¿Derogar o transformar?

Vale la pena destacar que un grupo de ciudadanos, expertos, investigadores e interesados en el tema, elaboraron lo que es la base de las modificaciones aprobadas. Sin lugar a dudas mejoraron y ampliaron la endeble reforma propuesta por el Ejecutivo el pasado diciembre.

Se aprobaron unas modificaciones con las que podemos estar de acuerdo o no, pero que sin duda son congruentes, estructuradas y bien planteadas. Enhorabuena por ese grupo de ciudadanos, por los líderes de las fracciones parlamentarias que los apoyaron en su iniciativa, incluso por el grupo mayoritario, y por el secretario de Educación Pública que supo dialogar y encontrar puntos en común para construir una mejor reforma.

Me concentro en las modificaciones que afectan a la educación superior, dentro de las que destaco el primero de tres grandes temas: la obligatoriedad, la gratuidad y la equidad. Para finalmente señalar la gran omisión, el concepto calidad.

Lo que originalmente se planteó por el Ejecutivo como la obligación a los ciudadanos de cursar la educación superior, sin tomar en cuenta la libertad que todos tenemos para decidir nuestra vocación, se transformó atinadamente en una obligación de las autoridades de ofrecer educación superior a quien la solicite.

En números gruesos, hay 4.5 millones de estudiantes de educación superior, que representan aproximadamente el 40 por ciento de cobertura, de tal forma que para cubrir el 100 por ciento de la población en edad de estudiar educaciónsuperior, implicaría aumentar otros 7 millones de alumnos para llegar a unos 11.5 millones de estudiantes. Cifras inmanejables, por los recursos que se requerirían, y más aún por el número de empleos que se deberían crear para dar trabajo a 2.8 millones de egresados a partir del cuarto año. Enhorabuena por haber contenido una propuesta de campaña sin ningún sustento real.

Igualmente, fue acertado aprobar que la obligatoriedad de ofrecer un espacio en las instituciones de educación superior esté condicionada a “todas las personas que cumplan con los requisitos solicitados por las instituciones.” Los requisitos no son elitistas ni caprichosos, son el germen de una educación de calidad, y la posibilidad de tener un futuro desarrollo profesional, productivo y responsable, pues no debemos olvidar que las universidades, no sólo forman profesionales, sino que también moldean ciudadanos.

Finalmente, un aspecto negativo de la reforma, que implica un grave retroceso, es la exclusión, del texto constitucional, del término calidad, globalmente aceptado e incluso el cuarto objetivo de la agenda 2030 de la ONU.