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“Existe la pornografía de la pobreza, pero hay que buscar nuevas formas de contar el mundo”

“Existe la pornografía de la pobreza, pero hay que buscar nuevas formas de contar el mundo”

Entornos viernes 27 de septiembre de 2019 -

POR RICARDO LÓPEZ

Bajo el manto caparrosiano, Agus Morales (Barcelona, 1983) fue condecorado el pasado mes de abril en Madrid con el premio Ortega y Gasset a la Mejor historia o investigación periodística por Los muertos que me habitan, un homenaje a un activista tunecino que entierra cadáveres que escupe el Mediterráneo.

Como fundador y director de la Revista 5W, la reivindicación de las crónicas de largo aliento bajo el modelo de suscripciones, se ha consolidado como una de las voces emergentes del nuevo periodismo narrativo en España.

Martín Caparrós, a quien conoces bien, tiene una teoría sobre el periodismo…

Sí, que el periodismo es cada vez más decirle a la gente lo que no quiere saber.

De alguna forma es verdad, porque hay grandes temas de nuestro tiempo de los que la gente no quiere saber nada. El periodismo no es lo que te dictan las audiencias de internet o el clickbait. El criterio editorial debe permanecer, sea cual sea, y no el de la tiranía de las masas. Lo cuál tampoco quiere decir que no se escuche a los lectores.

Además, Caparrós es el maestro, y al maestro no se le puede llevar la contraria.

¿La Revista 5W es la reivindicación de las crónicas de larga distancia?

Sí, es una revista de periodismo narrativo, de crónica, de no ficción, como le queramos llamar. Y está la fotografía, que es lo que la diferencia de otros proyectos, no solo acompañando al texto, sino también contando historias. Nace de muchos profesionales de la información internacional, de periodistas que están por todo el mundo, que tienen un espíritu compartido, que se han formado profesionalmente entre una época dorada que ya se esfumó y otra muy dura, o bien sin el apoyo de grandes medios, con varias generaciones que ya son freelance. Y sin embargo, lo que ves en todos ellos es la pasión por contar todo el mundo. Estén escribiendo con nosotros o no, forman parte de toda esa gran energía. Hay una especie de osmosis, de proceso natural, que te hace entrar en contacto con grandes periodistas que tienen historias por contar.

Han huido a toda costa de la opinión…

Nosotros creemos en la crónica como el género total, el género ornitorrinco como dice Juan Villoro. Hemos decidido ser un poco más radicales y hacer cosas que se adaptan mucho más a nuestra identidad, que no es tanto la de opinar como la de contar. Nuestra apuesta es por la crónica y la fotografía.

¿Tu libro No somos refugiados plantea una contradicción?

El título no es mío, se lo robe a uno de los personajes. Akram, un empresario sirio que huyó de Alepo y que conocí en la isla griega de Lesbos, me explicaba que de alguna forma él no era parte de esa masa desheredada y empobrecida que iba hacia Europa, y me decía: nosotros no somos refugiados. Entonces me hizo reflexionar sobre el significado de esa palabra hoy y como hay personas que la rechazaban. Luego eso, llevado a la tesis del libro, tiene que ver también con que la mayoría de las personas del mundo desplazadas por la violencia no son refugiadas porque no les dan el asilo, porque están dentro de su propio país o porque se les llama migrantes, como a los centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos. Y de alguna forma tenía la voluntad de ser una especie de manifiesto: no somos refugiados, somos personas. Por eso nace con la idea de no sólo detenerse en el momento traumático de sus vidas, sino contar algo que vaya más allá.

2007 como punto de inflexión…

Estaba con Efe en Barcelona con una beca que era de dos años, el segundo de ellos era para trabajar con la agencia en el extranjero, donde me tocó estar en la India. Luego me quedé como corresponsal cuatro años. Es el principio de todo, para mí es un año muy importante. Además, a finales de 2007 y principios de 2008, el asesinato de Benazir Bhutto, a mis 23 años, significó mi primera gran cobertura.

¿La India sepulta cualquier indicio de eurocentrismo?

Eso siempre se tiene, pero es verdad que yo siempre pensaba que quería irme y que cuanto más lejos mejor. Supongo que desde mi cultura europea, siempre tuve claro que quería salir, ya no solo culturalmente, sino periodísticamente. Me apetecía Asia o África. Evidentemente, una vez llegas a un lugar así, que es tan absorbente, debes tener cuidado, porque si no te traga y entras a otra realidad, en el sentido de que puedes perder la perspectiva. Para mí son años de formación periodística; muchas de mis formas de pensar vienen de ese tiempo. En muchos sentidos, quizá conozco mejor la historia de la India que la de varios países europeos.

Pakistán antes y después de la muerte de Bin Laden…

La muerte de Bin Laden es un punto de inflexión en el país. Lo que pasa es que se produce en 2011, el año de las primaveras árabes. Todo el foco de atención que podía haber se trasladó, de alguna forma, a Oriente Medio. Es un cambio de paradigma, hasta el punto de que ahora, aunque sigue habiendo números de guerra a nivel de víctimas, incluso superior al de hace 10 años, en Pakistán no se sabe que está ocurriendo. Había mucha gente interesada, empezando por Estados Unidos, en que ese capítulo de la historia se cerrara, aunque fuera falso. Y la forma de cerrarlo era con la muerte de Bin Laden.

Fue así desde el punto de vista político, simbólico y geoestratégico. Ahora, mirando con perspectiva, sí que cambiaron cosas. No necesariamente para mejor o peor, pero cambiaron cosas. Sobre todo con la aparición del Estado Islámico, un grupo terrorista que se ha mostrado incluso más nihilista en su ideología que Al Qaeda.

¿Cómo se escapa de la llamada pornografía de la guerra en un sitio tan caótico?

Es un reto que afecta a los periodistas y a los lectores. También existe la pornografía de la pobreza. Hay que buscar nuevas formas de contar el mundo. Nunca hay que conformarse con la manera en que estamos contando las cosas. En el caso de Pakistán, que es un país culturalmente muy interesante, pude haber hecho un esfuerzo superior por hacer otras crónicas. Fruto de ese remordimiento, en la Revista 5W empezaremos con un proyecto sobre la comunidad pakistaní de Barcelona y la relación con su país de origen. Ese tipo de cosas quizá no son tan llamativas, pero construyen.

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IM/CR

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