¡Gracias señor Presidente!

Con la llegada de López Obrador al poder regresó la historia de México al debate público porque ni Fox, ni Calderón, ni Peña Nieto le prestaron atención, ni para justificar su proceder, ni como bandera política, ni para el discurso barato, simplemente la ignoraron —sigo pensando que Peña Nieto escribe historia sin h.

La historia regresó porque “el Presidente sí sabe historia de México, sí ha leído, conoce de Juárez, de Cárdenas, de Madero”. Y es cierto, nuestro amado líder sí sabehistoria, pero la del libro de texto gratuito de los años sesenta; la vieja, rancia y rebasada historia oficial: la de los buenos contra los malos, la de héroes y villanos; la de seres predestinados, héroes infalibles, causas sacrosantas; la de los “pinches españoles nos trajeron todas las desgracias”, la de “pinches gringos siempre abusan de nosotros”, la de “malditos extranjeros nomás nos quieren saquear”.

Sí, esa historia escrita con decenas de mentiras o verdades a medias y que siempre tenía una respuesta inmediata y patriotera. Si se encontraron los restos de Cortés en el templo del hospital de Jesús era impensable, casi una afrenta, que no fueran hallados los restos del primer defensor de la soberanía nacional, Cuauhtémoc aunque fueran falsos, como ocurrió.

Es una lástima que al cumplirse 500 años del inicio del proceso de conquista, cuando podemos dejar atrás esa visión maniquea gracias a los estudios que existen sobre la conquista —nuevas interpretaciones, hipótesis, visiones fundamentadas—, el presidente salga con la clásica visión de la historia oficial del siglo XX, una visión tan pobre, tan estrecha y tan resentida que da pena.

Y sin embargo, creo que el destinatario final de esa carta no era el rey de España, sino los seguidores del presidente que seguramente aplaudirán su nacionalismo, su lucha contra la opresión, contra la explotación, contra las injusticias. Sea así o no, a mi parecer el presidente la regó, salió con su batea de babas y se ponchó sin tirarle.

Pero bueno, ya que andamos en la hora de “solicita tu disculpa” y soy de la idea de que “o todos coludos o todos rabones”, ojalá el presidente siga de frente y le escriba a los descendientes de los señores de Tenochtitlan que se cansaron de violar los derechos humanos de los pueblos vecinos a quienes subyugaron por más de 100 años; también debería escribirle a la reina Isabel, para exigirle que nos devuelva todo el oro y la plata que sus traviesos corsarios del siglo XVII le arrebataron a los novohispanos en las costas del Golfo. ¡Presidente! que no se salve Emmanuel Macron porque los franceses, no contentos con bombardear Veracruz durante un año por unos pinches pasteles (1838), decidieron invadirnos y traer un ejército de ocupación durante 5 años (1862-1867).

Y qué decir de los austríacos, siempre tan fifís, tampoco se pueden ir limpios, ojalá el nacionalismo de nuestro Presidente le alcance para exigirles que se disculpen por habernos enviado a un príncipe austriaco, y no tanto porque fue un usurpador, sino porque era el más mediocre y pusilánime de la casa de los Habsburgo.

Y de los gringos… bueno, de los gringos mejor ni hablar, porque si en la actualidad el nuevo gobierno no se atreve ni a tocarlos con el pétalo de una rosa de la 4T, ya parece que nuestro presidente le va a pedir al amigo Trump que se disculpe por los 2 millones 400 mil kilómetros cuadrados que nos arrebataron en 1848, o por los mercenarios gringos que apoyaron a los texanos en 1836, o por la invasión a Veracruz de 1914, entre otros pequeños incidentes.

En fin, la vieja historia oficial ha regresado de la mano del Presidente y lo peor es que ni siquiera es una nueva historia oficial: desempolvó aquella con la que nos adoctrinaron en el siglo XX y eso es muy bizarro.