El caso de Eduardo Medina Mora parece una serie sacada de Netflix, cuyos primeros capítulos ya conocimos: dinero mal habido guardado en bancos en otros países y la complicidad de quienes, en su momento, se vieron favorecidos por el hoy exministro de la Suprema Corte de Justicia que abandonó su lugar por miedo a lo que seguramente veremos en un segundo capítulo donde “Habrá quien defienda al juez” si en verdad el Presidente Andrés Manuel López Obrador quiere darle un machetazo certero a la corrupción.
Hasta el momento, la información que la Unidad de Inteligencia
Financiera interpuso ante la Fiscalía General de la República contra Medina Mora por lavado de dinero no aporta mayores elementos en torno al presunto delito que se le imputa, pero, de acuerdo con reportes periodísticos, existen amplias posibilidades de que el hombre que tuvo el compromiso de juzgar y de interpretar la ley tenga ahora que interpretar el papel antagónico en
la novela de su vida, es decir, el de ser juzgado y que la ley se aplique sobre su persona.
La labor de los periodistas
no es fácil de definir: tan es así que hasta hoy carecemos de un concepto
claro sobre el particular, pero es indudable que
un periodista puede ser muchas cosas, mas nunca impartidor de justicia, pero
posiblemente podríamos ser equiparados con los
historiadores que nos han traído informes del pasado para que ahora podamos interpretarlos.
En ese tenor, los
señalamientos y comentarios periodísticos sobre las probables causas de fondo en el caso de
Medina Mora no deben tomarse más que como eso, como “señalamientos y comentarios periodísticos”, pero cuando realizamos la
labor de rescate de los historiadores podemos
traer al presente datos que quizás estuvieran relegados a ese olvido que en ocasiones funciona como prueba de descargo
de algunos personajes del “episodio de hoy” de la historia contemporánea.
Además de las cuentas y transferencias millonarias de Medina
Mora desde nuestro país a Gran Bretaña y Washington, entre 2016 y 2018, sobre Medina Mora se han mencionado ciertos detalles de su pasado, como que ocupó cargos estratégicos durante las administraciones presidenciales de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto sin más mérito que su lealtad al sistema, pero también podemos recordar cómo algunos personajes
de la vida pública han logrado sortear acusaciones judiciales gracias a esos recovecos legales que grandes beneficios suelen aportar a los delincuentes.
En esta ocasión, quiero recordar
el juicio en el que un hombre tristemente célebre, Al Capone, enfrentó un juicio en el que el asesino de cientos de personas resultó absuelto de los delitos de homicidio que se le imputaban, gracias a aquellas lagunas legales presentes en todo el mundo, pero fue sentenciado 11 años de prisión por fraude fiscal, ya que los delitos en contra de la hacienda pública son fáciles de demostrar.
•Egresada de la EPCSG. Exdiputada
constituyente. Defensora de los derechos
de los animales y fundadora de "Ángeles
Abandonados"