Fotografiar es un acto que implica observar y aprender a maravillarse de lo que puede suceder frente a tu lente. Después de eso, entonces puedes estar listo para ir a hacer tu trabajo ordinario.
Hay quienes toman su mochila con su
equipo y toman el transporte, se suben al coche y van conectados a sus celulares, dirigiéndose a la orden del día que por la noche recibieron de la redacción.
Muchos de ellos ni siquiera voltean a
ver, qué hay afuera, qué pasa en el tráfico, qué sucede con la señora que tiene cara de enojo o el niño que se queda dormido en el camión.
Con el ajetreo diario y la rutina de ir a
fotografiar, quizá lo que ni nos motiva, perdemos la noción de lo que muchas veces podrías capturar y sentirte más pleno.
Porque no solo a quien trabaja encerrado en una oficina, se le hacen los días
largos o les aburre su vida laboral, también les pasa a los profesionales de la lente.
Porque, como todos, entraron un día a un
diario para ser testigos visuales de conflictos, de temas que ocupen el espacio de la portada y no de la página 26 en una pequeña columna, que seguramente pocos llegarán a leer.
Un día, Toño Urrutia, director de cine al
que conocí en Guadalajara me dio un gran consejo, “cuando creas haberte aburrido de hacer la misma ruta a tu trabajo, cuando creas haberlo visto todo en el camino, bájate y vete caminando. Verás que descubrirás tantas cosas, que no creerás que pudiste haberlas ignorado por tanto tiempo”.
Lo comparto, porque sé que a muchos
les pasa eso en este momento, las ruedas de prensa, las fotos de “caritas”, o los encargos sociales y esta foto que hoy les comparto, tomada por Omar Martínez, en Tijuana, es un destello de luz que no debemos dejar pasar.
▶ Esa es una escena
cualquiera, en un día cualquiera, con dos personas cualquiera, más allá de incluso, referirlo al momento decisivo de Cartier-Bresson, del que tantas veces he hablado aquí, es recuperar la mirada atenta con la que iniciaron tomando fotos con el sueño de publicarlas en medios.
Es volver a imaginar ese gusto con el que salíamos con la cámara en mano, a fotografiar a la gente, nuestra ciudad, sus atardeceres, la viejita de la esquina de la Catedral que le dabas unas cuantas monedas cuando te descubría tomándole una foto.
Esta foto de Omar me recordó eso. No olvidar que la cotidianidad también tiene sus destellos, sus amaneceres, sus atardeceres y un anochecer con la seducción de la luna.
La tarde del lunes cerró con este hermoso atardecer, que pudieron disfrutar solo quienes despegaron la vista de sus pantallas. El chico con el perro, el joven que decidió descansar a lado de su bici y Omar, quien sacó su 70-300 y logró un maravilloso contraluz que enmarca la cotidianidad de una ciudad fronteriza como Tijuana.
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