POR CLAUDIA BOLAÑOS
Don Antonio Jaime Díaz
Guzmán lleva 19 años de taxista, y en ese tiempo ha sido asaltado 16 veces, de las cuales tres veces lo apuñalaron, le han robado una vez su automóvil y 41 personas no le han pagado la dejada.
Después de las manifestaciones
con bloqueos que hizo su gremio la semana pasada, ahora también ha tenido que soportar muchos reproches de usuarios por el mal servicio de los taxis de la Ciudad de México, los rosas, en comparación con el que prestan los vehículos de alquiler por aplicaciones.
Sin embargo, este chofer de 68
años de edad, cuenta lo difícil que le ha sido ganarse la vida con una importante competencia y una acechante delincuencia. “Nos tachan de rateros, de alterar el taxímetro, de robamaletas, violadores, secuestradores, de lo peor”.
A los 13 años quedó huérfano,
pues su padre abandonó su familia, y
su madre de 32 años murió enferma,
así que desde adolescente se encargó de mantener cinco hermanos, con la ayuda de su abuela. “Ella fue nuestro héroe (sic)”.
De ayudante de albañil, donde por
falta de pago buscó otro trabajo, pasó a cargar varilla, y luego lo hicieron chofer. Era 1969 cuando inició su oficio de trabajador del volante, por lo que sus anécdotas son muchas.
Luego de manejar un camión carguero, un camión de transporte de
pasajeros en el Estado de México, “guajolotero” como eran conocidos por los usuarios de aquel entonces, también trabajo para la Ex Ruta 100.
El próximo diciembre cumplirá
dos décadas como chofer, y en su mete están grabadas cada una de las veces que ha sido víctima de la delincuencia.
Su vista está atenta a la conducción,
pero sus recuerdos hablan de las tres veces que ha sido apuñalado por delincuentes que quisieron asaltarlo.
“Una vez me reventaron el pulmón
por no traer más que 200 pesos, otra vez mi barriga me la abrieron, me tuvieron que dar 9 puntadas”, relata.
La tercera ocasión, le metieron la
mitad de una tijera amarrada a un palo de escoba que manipularon desde atrás del asiento, como arma.
En todos esos casos y el resto de
los asaltos en que ha sido víctima, un
total de 16 veces, sólo han participado hombres, la mayoría jovencitos, siempre en grupo, y muchos de ellos sumamente violentos.
Cada día, don Antonio tiene que
dar 300 pesos de cuenta al dueño del automóvil que maneja por calles de esta congestionada metrópoli, porque su automóvil se lo robaron. Hasta antes de los servicios de taxi por aplicaciones, como Uber, Cabify, Didi y otras, tenía más ganancias diarias para él, que generalmente eran 400 pesos, pero ahora se debe conformar con 100 o cuando más 150 pesos.
Por eso es que también lleva un
conteo de cada servicio en el que no le han pagado, y que en su mayoría fueron a mujeres. “Me dicen algunas, me va a matar porque no tengo dinero, y yo les pido sólo que ya se bajen, y que recuerden que hay un Dios que ve las acciones de cada uno”.
Ante lo vivido, ahora lamenta que
muchas personas lo descalifiquen y le reprochen que los taxistas oficiales no estén a la “altura” de los otros servicios, y de los bloqueos del lunes pasado cuando la ciudad se convirtió en un caos, por las protestas de su gremio contra las aplicaciones.
Don Antonio considera que es justo
lo que piden, porque considera que sí hay una competencia desleal al no pagar los mismos permisos, placas, y seguro, y o estar obligados a tomar cursos de manejo.
“Habemos gente decente en el servicio público, aunque mucha gente
no lo crea, y yo soy uno de ellos, por eso varios clientes hasta me piden mi número de teléfono para pedirme que les haga viajes (sic)”.