Un tanto opacado por noticias y análisis sobre la reducción en las tasas de interés de referencia de la semana pasada, el dato preocupante que es obligado comentar es nuevamente la pérdida del dinamismo en la generación de empleos formales.
Como ya se ha explicado, dada la laxitud en la metodología para determinar la tasa de desempleo en la economía mexicana donde basta trabajar un par de días para que se considere a alguien como empleado, es habitual que sean los datos del IMSS los que permiten conocer la tendencia en la generación de empleos formales en el país.
Desafortunadamente, para julio del presente año el balance presentado por el IMSS ofrece una caída de 69% en la generación de empleos formales nuevos respecto al año pasado. De acuerdo con su reporte mensual, el Instituto señaló que en julio se crearon 20 mil 750 puestos de trabajo nuevos pero se perdieron 4 mil 37, para un balance de 16 mil 713 empleos formales.
Más allá de la discusión sobre si las becas debiesen de contar como empleos (en lo personal, me parece un sinsentido; por buscar otro ejemplo, los estudiantes de la UNAM que tienen acceso al IMSS tampoco cuentan como empleos creados) o entrar nuevamente en la discusión sobre el cambio de metodología, anunciado por el CONEVAL, para la medición de la pobreza, el tema de la generación de empleos debería estar siempre en la agenda pública.
Partiendo de que en un país tan desigual como México el ingreso por sí mismo es incapaz de garantizar que una familia pueda trascender de su condición de pobreza, ya que en muchos casos arrastran problemas estructurales (como hacinamiento en sus hogares, condiciones insalubres o falta de educación adecuada), es importante que la generación de empleo esté acompañada, por los menos, de acceso a esquemas de seguridad social que les permita lidiar con problemas de salud sin que esto signifique ni que pierdan su fuente de ingresos ni que tengan que usar sus ahorros y activos para pagar al médico y las medicinas.
Asimismo, y dada la falta de dinamismo en la economía mexicana y un entorno internacional que ahora sí comienza a ennegrecerse, resulta fundamental fortalecer el mercado interno que desde hace 25 años, y con 0.1% de crecimiento del PIB en el primer semestre de este año ahora con aun mayor relevancia, se ha quedado corto respecto a las necesidades del país. Lograrlo pasa necesariamente por fortalecer, entre otros temas, la demanda interna de bienes y servicios.
Si bien el inyectar recursos a la economía, como sucede con las becas y otros apoyos impulsados desde la Presidencia, impacta de manera positiva en el mercado interno de una vez hay que tener claro que no va a ser suficiente.
Se requiere de trabajar aspectos complejos como el marco legal para facilitar la competencia, revisar regulaciones, seguir avanzando en la flexibilización del mercado laboral, impulsar una mejor y más segura incorporación de mujeres a la vida laboral y, desde luego, revertir el clima de desconfianza que hoy existe para que haya aun mas inversiones y se puedan generar más empleos.
Si el país fracasa en la generación sostenible de más y mejores empleos, el Gobierno Federal difícilmente va a cumplir con eso de que “los pobres, primero”.