Hace unos días el Presidente dijo muy serio
y determinante que ya no hay partido de Estado. Y esta frase toma mucho sentido viniendo del primer
politólogo Presidente, pero tiene aún más importancia que se lo diga a sus principales operadores políticos en cada uno de los estados.
Veamos si lo que afirma el Jefe del
Estado mexicano es correcto.
Cuando asesinaron a Obregón terminaron los sueños reeleccionistas,
Calles decretó el fin de los caudillos y el inicio de las instituciones con el Partido Nacional Revolucionario en 1929. Luego Cárdenas lo convertiría en Partido de la Revolución Mexicana en 1938 para que, finalmente en 1946 se transformara en el Partido Revolucionario Institucional. Así nace el único partido de Estado que ha existido en México y así será mientras Andrés Manuel quiera.
El PNR sirvió para disciplinar y
organizar a los partidos locales, ayudando a disminuir los levantamientos armados de liderazgos estatales que se atrevían a retar al Presidente de la República.
Después, con el PRM, Cárdenas logró la inclusión de los sectores obrero, militar, campesino y popular; esta
política de masas cardenista le dio serenidad y estabilidad a cada sector, siempre bajo los designios del Presidente en turno.
Y finalmente, el PRI le dio legitimidad y orden a la sucesión presidencial, basado en una competencia
electoral simulada e inequitativa. Pero, lo que realmente lo convirtió en un partido de Estado fue que se alineó y disciplinó a los dictados del Presidente de la República en turno.
Al mismo tiempo, el PRI tenía la
mayoría de las gubernaturas de los estados y un control absoluto en la Cámara de Diputados, en la Cámara
de Senadores y en las Legislaturas de los estados, lo cual le permitió realizar las reformas constitucionales que dictaba el Jefe de Estado y con ello, el control también del Poder Judicial. Morena está lejos de tener ese control.
Otra de sus características fundamentales era su férrea disciplina
interna que, lo convertía en la única vía de acceso a la administración pública, a los órganos de representación popular y permitía el crecimiento político de sus dirigentes, premiando a los disciplinados y castigando a los rebeldes. Morena está inmersa en un torbellino de intereses grupales.
Y finalmente, contrario a lo que
sucedía con el partido de Estado, el Presidente Andrés Manuel no quiere siquiera que lo vinculen a los desatinos morenistas, mucho menos asumir su control y con ello, los costos de sus malas decisiones partidarias.
El Presidente quiere pasar a la
historia como hombre de Estado, no como líder partidario; sabe bien lo que dijo y más vale que los dirigentes de Morena, lo escuchen, lo entiendan
y lo apliquen en su vida partidaria; de otro modo, se viene un cisma político histórico para México, en el que por primera vez veremos a un Presidente renunciar durante su mandato al partido que lo llevó al poder.
•Especialista en Ciencia Política y
Gobierno
avilezraul@hotmail.com