¡En la madre… Tierra!

A la distancia el gran error de la Paca en 1996 fue no haberle pedido permiso a la Madre Tierra para encontrar el cuerpo del diputado Manuel Muñoz Rocha que estaba enterrado por ahí. En ese momento se jodió todo. Y es que en un país en el que, desde hace sexenios, sin importar quién gobierne, la forma es fondo —célebre frase acuñada por Jesús Reyes Heroles en los años setenta—, todo está determinado por las ocurrencias. “La forma es fondo” no es una letanía sexenal, es una maldición.

▶ Y esa maldición ha tocado a la Cuarta Transformación que viene cargada de una gran dosis de forma y una ausencia casi absoluta de fondo. El discurso del cambio vende; el augurio de tiempos mejores, de las grandes transformaciones es absolutamente seductor, así haya sido 1810, 1859, 1910 o 2018.

No importa el año, ni el hecho histórico —no es casualidad que el periódico que fundó Gustavo Madero en 1911 para hacer contrapeso a los ataques contra el gobierno de su hermano se llamara Nueva Era o se hablara del “Tiempo Nuevo” y al propio Madero, ya entonces, lo reconocieran como “el apóstol de la democracia”—.

Es un hecho, apenas han transcurrido 18 días desde que inició el nuevo Gobierno y sin embargo, las formas se han impuesto sobre el fondo; las ocurrencias ignoran a las argumentaciones y desdeñan la razón.

Lo que hemos visto es una sobredosis de hechos que no tienen relevancia más que para una parte de la sociedad que aplaude todo sin empacho, porque se entrega con facilidad a la caricia paternalista, al discurso emotivo y sensiblero, al tema místico, porque entrega su fe a un gobierno cuyas acciones deberían de estar determinadas por la razón, por los hechos objetivos, por la frialdad de los números y las estadísticas, no por los buenos deseos, no por las alegorías, no por la parafernalia, no por la palabra empeñada, no por las creencias populares.

Hemos saltado de un show mediático a otro: la que fuera residencia oficial de Los Pinos es abierta al pueblo que la abarrota día tras día y hasta la convierte en sala de cine; el avión presidencial vuela por última vez en el espacio aéreo mexicano, pero lo vamos a seguir pagando; el Presidente viaja en clase turista o compra en el OXXO lo cual es retebonito y conmovedor, pero altamente riesgoso; Claudia Sheinbaum nos quiere dar una lección de austeridad, denuncia públicamente que en su despacho hay ventanas blindadas y promete que las quitará porque quiere que el pueblo bueno vea cómo trabaja, no importa que gaste en otras.

Las obras del NAIM son detenidas, pero luego del berenjenal en el que se metió el gobierno por hacer caso a una consulta patito y a modo, el Gobierno de la austeridad republicana terminará despilfarrando recursos públicos por algo que nunca existirá; el nuevo Presidente recibe el bastón de mando de una minoría que es minoría dentro de las minorías, que son los pueblos indígenas, pero lo hace en una fastuosa ceremonia que ya hubiera querido Moctezuma II o Cuauhtémoc.

El asunto de la Madre Tierra es la versión 2018 de cuando a la PGR le pareció gran idea contratar a una vidente —la Paca— para resolver uno de sus casos. 18 días de ocurrencias cuando el nuevo Gobierno tuvo 12 años para prepararse —desde 2006—, para analizar, para presentar proyectos ejecutivos, planeación, costos, repercusiones, tiempos.

Parece que el nuevo Gobierno jamás pensó que llegaría a gobernar y no preparó nada, ni a su gente, ni ordenó el desarrollo de proyectos ejecutivos, ni proyecciones económicas, ni informes sobre el impacto ambiental, ni nada. Cada día una declaración sin sentido, contradictoria, absurda.

Ojalá el nuevo Gobierno deje las ocurrencias y se dedique a gobernar con la seriedad que requiere el país. Si no es así, me voy a encomendar a la Madre Tierra, con suerte y también escuchará mis plegarias.