En medio de discusiones respecto a las previsiones para 2020, el Inegi nos devuelve de golpe a la ruda realidad que estamos viviendo en 2019 donde la inversión nada más no aparece.
▶ Desde que el presidente
López Obrador juró el cargo, una de las principales incógnitas en el ambiente era el tipo de
agenda económica que su Administración iba a impulsar. Era claro que buscaría un gasto social mucho más “politizado”,
pero las mayores preocupaciones giraban en
torno a la disciplina fiscal, la autonomía de Banco de México y la relación con los empresarios.
Hoy, a diez meses, queda claro el
compromiso con la disciplina fiscal (mismo que celebro). La reducción de tasas por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos facilitó un escenario donde los objetivos de corto plazo de la Junta de Gobierno de Banxico
y los del Ejecutivo confluyeron, por lo que también se recortaron las tasas de interés de referencia mexicanas y se evitaron mayores tensiones entre el
Presidente y el banco central. En el caso del empresariado nacional, gracias a las habilidades de “encantadores de
serpientes” tanto de López Obrador como de Carlos Salazar, presidente del CCE, se ha establecido una relación muy cordial pero improductiva.
Me explico. Debido a la naturaleza
“transformadora” de la 4T, y los antecedentes de encontronazos entre Presidencia y los empresarios durante las administraciones de Luis Echeverría y López Portillo quienes también quisieron gobernar a contrapelo de los mercados, más de uno se esperaba una relación tirante entre los empresarios y López Obrador. Sin embargo, y con la notable excepción de la Coparmex,
de Gustavo de Hoyos, que ha optado por una posición crítica moderada, el
resto de las representaciones empresariales han mostrado una excesiva cordialidad con el régimen de López Obrador quien, en reciprocidad, y salvo algunos resbalones en las mañaneras, les ha dado un trato igualmente cuidadoso.
Desafortunadamente las reuniones,
fotos sonrientes y apapachos no han evitado que decisiones gubernamentales, como la cancelación del NAIM y prácticamente todo lo relacionado con el sector energético, hayan generado una crisis de confianza que tiene al
país sin inversiones y generando cada vez menos empleos formales. Sin inversión productiva en maquinaria y equipos que amplíe la planta productiva, es prácticamente imposible que se demanden más insumos y se generen nuevos empleos; sin empleos, tampoco hay mecanismos para incrementar la demanda (y a esto, aún habría que sumarle los efectos recesivos de los subejercicios del Gobierno federal). Y los datos nada más no mejoran.
▶ En términos beisboleros,
en la pizarra nacional que lleva el INEGI le cantaron tres strikes seguidos a la inversión y la acaban de ponchar con el bat al hombro.
Con la caída de -0.7% en julio, la
Inversión Fija Bruta ligó su tercera baja mensual consecutiva: ¡ponchada! Pero lo preocupante no sólo es que haya ligado las tres caídas consecutivas, sino el efecto acumulado: al
comparar el registro de julio de 2019 con el de julio de 2018, la reducción anual es ¡del 9.1%!
Obviamente un dato así ya generó
una respuesta especializada por parte de la 4T y desde el lunes el presidente López Obrador se reunió con las cámaras empresariales para tomarse otra vez la foto, apapacharse y celebrar sus “Inmejorables relaciones”.
Que el 2020 y la desaceleración
gringa nos agarre confesados.
•Ex Secretario de Trabajo y Desarrollo
Económico de Puebla. Analista
económico y de negocios @MichelChain