Entre las ruinas del viejo socialismo sobresale la efeméride del nacimiento del Partido Comunista Mexicano (PCM) en 1919. Una organización que vivió en la marginalidad, pero que se consolidó como la fuerza más importante de la izquierda en nuestro país en los años 70 cuando dejó de ser clandestina e inició su peregrinar en la búsqueda del voto.
Son 100 años que aglutinan buena parte de los anhelos y frustraciones de generaciones que vieron cómo
se derrumbaban sus ilusiones.
Desde que obtuvo su registro condicionado, en lo que
significó la primera reforma política, fue avanzando y construyendo toda una idea del progresismo y del horizonte de un cambio profundo, que estaría auspiciado por la catástrofe del capitalismo.
Aquello no ocurrió, como es evidente, pero los comunistas fueron importantes para un sistema que estaba
cambiando y que tenía que transitar a la democracia.
Las primeras elecciones en las que participó oficialmente, las de 1979, obtuvo unos 700 mil votos, lo que le
significó 18 diputados, la tercera fuerza de aquel entonces, aunque muy lejos del PAN y sus 43 legisladores y mucho más de los 296 priistas, en una cámara integrada por 400 escaños.
El resultado era importante, porque existían, en la
sociedad, muchos prejuicios respecto a los comunistas, considerándolos aliados de los rusos, aunque en realidad se habían alejado de Moscú desde hacía décadas.
Inclusive circulaban historias sobre espías moscovitas
esterilizando niños y niñas, por medio de vacunas aplicadas en el Gigante de avenida Revolución, enfrente de la embajada de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Propaganda pura que era frecuente en el tiempo
de la Guerra Fría.
También enfrentaban las descalificaciones de sectores de la iniciativa privada y de la Iglesia, donde
creían que el PCM se alinearía a Cuba y que implantaría muchas de las políticas socialistas en el caso, bastante hipotético, de que triunfaran.
Lo que sí ocurrió, en cambio, es que el PCM significó un proyecto político que participó, de modo decidido, aunque siempre accidentado, en la ampliación de
las libertades públicas, las religiosas, inclusive.
Claro, todo ello dentro de contradicciones profundas y en las que muchas de sus corrientes nunca tuvieron un compromiso con la democracia, porque las
veían como una estación más en el camino.
El PCM se transformó en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) en 1981 y ello significó un
cambio notable, en el que se revisaron rutinas, ideas y principios, aunque no siempre para bien, porque algunas de las corrientes que se incorporaron, con la idea de la unidad, eran bastante retardatarias, aunque parezca increíble.
Vendría después la fundación del Partido Mexicano
Socialista (PMS) y luego la del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que ahora explora convertirse en
Futuro 21.
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