Estamos a unas horas de que llegue el año nuevo. Un año lleno de oportunidades y grandes retos para la llamada Cuarta Transformación. Tienen todo para llevar a cabo los grandes cambios por los que miles de mexicanas y mexicanos han luchado, de izquierda y de derecha, es ahora o nunca y el Presidente Andrés Manuel López Obrador lo sabe.
A un año de haber iniciado el gobierno emanado de Morena, tiene relativamente poco tiempo de haber tomado las riendas de algunas de las áreas más complicadas de la administración pública. La curva de aprendizaje fue muy larga, pero podemos decir que en la mayoría de las dependencias la han superado, a tumbos y sobresaltos, pero como dice el dicho calderonista, lo lograron “haiga sido como haiga sido”.
Y aunque a algunos sí nos importe la forma de hacer las cosas, contrario a “el fin justifica los medios” atribuido a Maquiavelo, a la mayoría de los integrantes de la Cuarta Transformación no. Y lo realmente preocupante es que el Presidente López Obrador ha dado visos de que en el fondo, a él tampoco le preocupa mucho la forma de lograr sus objetivos.
Como quiera que sea, ya están bien instalados en sus puestos, ya conocen un poco más de lo que se trata cada dependencia, ya conocen al personal, ya han sufrido los embates de los grupos de poder que existen en cada uno de los temas que atiende cada institución, ya saben cómo se usa el presupuesto, ya conocen toda la infraestructura con la que cuentan para atender a la gente, ya conocen los procedimientos para la realización de sus funciones, ya hicieron cambios en los recursos humanos, ya aprendieron a trabajar en conjunto y a conocer la forma de gobernar de su jefe, el Presidente.
Al menos eso esperaría, sino habría sido un año desperdiciado, perdido.
También es un buen momento de rectificar, de cambiar el rumbo, de corregir errores, de realizar los cambios necesarios en la estructura de gobierno. No todos los servidores públicos dieron el ancho, la gente lo sabe, lo vive en el día a día, lo deben saber también los secretarios y secretarias de Estado y por supuesto, lo debe saber el Presidente.
Estamos a tiempo de evitar mantener a funcionarios en sus puestos, simplemente por cumplir con un reparto de cuotas a los que participaron en la campaña electoral. Es momento de marcar la diferencia y demostrar que se priorizará la capacidad y la eficiencia en el servicio público, en igual medida que la honestidad, no pueden estar disociadas; de nada sirve un funcionario honesto que no sabe hacer su trabajo, cobrar por no hacer o por hacer mal un trabajo, también es corrupción y por lo tanto, no se puede hablar de honestidad.
Así que, en lugar del 90 por ciento honestidad y 10 por ciento experiencia que menciona el Presidente, yo le pondría un 50 por ciento honestidad y un 50 por ciento capacidad. Coincido con el Presidente, la experiencia no es tan necesaria, pero sí lo es la capacidad y la eficacia. Por ello, después de un año, los que tenían y los que no tenían experiencia ya han demostrado sus capacidades, es tiempo de evaluar y tomar decisiones.
El tiempo vuela, el 2020 es el año para demostrar su potencial y construir los cimientos de una nueva forma de gobernar en México. Espero no nos decepcionen, como las piruetas que le dieron a la investigación de Manuel Bartlett. El 2021 es un año de elecciones y está más cerca de lo que piensan. Es ahora o nunca.