Hay coincidencia entre analistas, observadores y periodistas. La ceremonia del grito de Independencia de este año resultó un éxito para el presidente López Obrador. Su arenga emocionó a mucha gente y no exhortó a la división, condena a o persecución de quienes piensan diferente. Fue una invitación a celebrar para todos los
mexicanos. El espacio político y mediático lo llenó AMLO.
Esta vez el mandatario no necesitó atacar a la oposición ni descalificarla como hizo en su informe. El
silencio opositor es elocuente para explicar su vacío conceptual. En la fiesta patria por excelencia, los dirigentes opositores, tan propensos a subir videos de sus actividades a Youtube, no compartieron ningún mensaje personal con los mexicanos. Ninguna imagen de sus propias celebraciones, ningún discurso manifestando su orgullo como mexicanos y su propuesta para el país al que tanto dicen querer. Nada.
El caso del PAN es dramático. La fiesta patria por
excelencia coincide también con el aniversario del partido, pero si uno visita el Twitter de Marko Cortés, solamente hay un comunicado de prensa. En el octogésimo aniversario de la fundación de Acción Nacional, no nada más no hubo fiesta, sino que tampoco hubo mensaje. Era de esperarse un homenaje contundente, valiente y certero a los creadores de Acción Nacional.
Un pronunciamiento categórico sobre la vigencia de
sus valores a 80 años del nacimiento de una institución que contribuyó sensiblemente a la democratización del país. Un mensaje político acerca de la importancia de las propuestas de Acción Nacional para el mejoramiento de la vida de millones de mexicanos. Un recuento de las acciones de los gobernadores panistas para honrar sus tradiciones ideológicas y servir a sus ciudadanos.
No hubo nada de eso. No se notó ni el cariño por el PAN
ni el orgullo de pertenecer a esta nación.
El pueblo de México es particularmente sensible a
sus efemérides históricas, valora su patrimonio cultural y guarda respeto por sus celebraciones cívicas. Una de las razones por las que la tecnocracia nunca logró conectar emocionalmente con el electorado fue la falta de referencias y simbolismos históricos identificables.
Eran un grupo de contadores desconectados de la historia del terruño donde vivían sus gobernados. Parte
del éxito de López Obrador reside en su asimilación de la mitología patria, con todos sus elementos historiográficamente discutibles sí, pero inmensamente populares. El PAN podía proponerle a México un simbolismo histórico de ciudadanos constructivos frente a la narrativa destructiva de la Cuarta Transformación.
Un México civil de servidores públicos especializados,
pero dotados de sensibilidad social como quiso en su momento Gómez Morín. La magnitud de la oportunidad desaprovechada explica los limitados alcances mediáticos de la dirigencia panista y evidencia una vez más, las divisiones internas de ese partido. Malo para
ellos, peor para México que necesita una oposición constructiva
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel