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A la sombra de El Padrino

A la sombra de El Padrino

Entornos lunes 11 de marzo de 2019 -

JULIO PATÁN

Lo conté antes, pero vale la pena recordarlo. Fue hace 10 años, en la feria del Libro de Bogotá, que tenía a México como país invitado. Esa revista tan buena que es El Malpensante me pidió una semblanza de Mario Puzo, so pretexto de que acababa de publicarse una novela inédita en español del “padre de El Padrino”, Seis tumbas en Múnich. No conocía realmente a Puzo. De postpuberto, había leído con fascinación culposa justamente El Padrino, gracias a que mi abuelo, un hombre de lecturas fuertes, culto, pasaba el verano muy españolamente en la playa, y en ese lapso se daba licencias como Stephen King (que es un genio, dicho sea de paso), Michael Crichton o Puzo. Por lo demás, cuando la revista me invitó a escribir era aficionado, como cualquier persona decente, a la trilogía cinematográfica. Punto. Así que compré todo lo que encontré de Puzo en la feria, y me lancé a leerlo. A un best-seller, sí. En el corazón de la excelencia literaria latinoamericana.

Uno de esos días, me atreví a bajar solo al desayuno, en el hotel, muy temprano, confiando en que ningún escritor mexicano se ha levantado jamás antes de las once de la mañana, dispuesto a leer sin ventilar mis lecturas superficiales. Y me topé de frente con José Emilio Pacheco. Traté de disimular el libro debajo de mi axila, pero José Emilio tenía un radar, así que me preguntó qué leía mientras agarraba la novela. Trompicadamente, traté de explicar algo sobre la revista y que era un texto por encargo. No hacía falta: le sobraban lecturas y le faltaban prejuicios. “¡Es una novela magnífica!”, dijo, y me invitó a su mesa.

Es una novela magnífica. Al adaptarla, Francis (todavía Ford) Coppola construyó una especie de obra shakespeareana para cine: una saga familiar, que es una historia de los Estados Unidos en el siglo XX, que es un tributo a la cultura siciliana, que es una obra de intrigas palaciegas, que es una reflexión sobre el poder. Pero convertir una novela de gran formato en una pieza de tres horas implica podar. Coppola y Puzo podaron, y al hacerlo hicieron lo que todas las personas realmente buenas para el cine hacen al adaptar un gran libro: traicionarlo. El Padrino es el libro muy neoyorquino de un neoyorquino de cepa, como era Puzo (nació en Hell`s Kitchen mucho antes de que fuera hipster, en 1920). Pero también, recordemos, es el libro del gran biógrafo de Las Vegas. Una parte fundamental de la novela tiene que ver con la fundación de esa ciudad, un invento en la mitad de la nada de varios de esos mafiosos que, con otros nombres, se asoman en las páginas de El Padrino, una obra que forma parte, sí, de eso que llamamos la Gran Novela Norteamericana: narraciones de gran formato, amargamente épicas, a caballo entre la ficción y la no ficción, con un afán muy agradecible de contener al mundo entero.

¿Es la mejor novela de Puzo? Cuesta discutirlo. Está sin duda tres escalones arriba de todas sus otras historias de mafiosos —El último don, Omertá, El siciliano—, divertidas, eficaces, pero derivativas; de las tres que anteceden a la historia de los Corleone, incluida La mamma, su tercer libro, que a él le parecía el mejor; y definitivamente que Los Borgia. Pero hay una novela no suficientemente recordada, hasta donde sé publicada en español por última vez hace muchos años, que podría darle una buena pelea. La novela es Fools Die, conocida en español como Los tontos mueren. La conocí gracias a otro integrante de aquella mesa de desayuno, un poeta colombiano. Fools Die es la primera novela del gran Mario después de El Padrino, y esperó nueve años para terminarla. Cómo reprochárselo. El Padrino, el libro, le dejó veintipico millones de dólares. Pero es que además los Corleone lo tuvieron ocupado durante los siguientes años. En el 72 llegó al cine la película de Coppola, que coescribió a cambio de 100 mil dólares y un 10% sobre taquilla, nada desdeñable para una peli que dejó más de 230 millones. Se entiende que se haya apuntado a coescribir las partes dos y tres, del 74 y el 90, que además dejaron un buen puñado de Oscar.

Pero Los tontos mueren, decía, pelea fuerte. Situada en Las Vegas muchos años después que El Padrino, es, como ésta, una novela de las que aspiran a abarcar la vida entera: de Sin City viaja a Nueva York y Hollywood, y, con un puntito de autobiográfica, pasa el escáner por el mundo de la mafia, el de las apuestas, el del cine y el de la literatura, siempre con desencanto. Pero sabemos que hay libros que victimizan a toda la obra de un autor al tiempo que la mandan al cielo, y El Padrino es de esos. Fools Die, muy exitosa en su día, se marchitó un poco a su sombra.

Puzo murió en el 99, en Long Island, con ganas de trabajar. Estaba a punto de empezar el rodaje de El Padrino IV, nuevamente dirigida por Coppola y escrita por ambos. Pero el corazón del escritor ya no daba para mucho más en un sentido nada metafórico. Del guion quedaron algunas partes. No suficientes. Con Puzo, que dijo adiós al mundo, se terminó el proyecto. Sin su socio, Coppola no tuvo ganas de seguir adelante y se dedicó mejor al arte de producir vinos, se antoja pensar que como ese Vito Corleone viejo que bebe un tinto en el jardín mientras juega con su nieto, a la sombra. La de El Padrino, claro.


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