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Entornos lunes 07 de octubre de 2019 -

POR MARTHA ROJAS

Para Juan José Millás todos los días comienzan a las seis de la mañana. Las dos horas siguientes, hasta las ocho, son las consagradas a la escritura personal. Luego viene el paseo obligatorio a pie, en el que sucede la admiración por lo cotidiano, la compra de la prensa diaria y sobre todo, la observación. Al volver a casa lo esperan un café, la respectiva lectura de los diarios y el trabajo, aunque para alguien que no concibe la vida sin escribir, eso no sea precisamente un trabajo.

El autor español tiene 73 años y es un rockstar de la literatura, pero hace cincuenta años no era así. Juan José recuerda al Millás veinteañero más bien como un muchacho con escasas habilidades sociales y muchos problemas existenciales. Algo que inevitablemente lo condujo a la literatura, porqué piensa que “escribir exige cierto grado de soledad y de conflicto con la realidad", de no ser así "se puede ser muchas cosas, menos escritor”.

Cuando el autor de Cerbero son las sombras se acerca a una edad que parecería un ocaso, los conflictos persisten, pero ahora son de otra índole. Similares a su alter ego en La vida a ratos (Alfaguara, 2019) . Pero en entrevista a ContraRéplica el autor de Articuentos completos asegura que lo único que ha valido la pena en su vida es escribir.

Esta novela tiene mucho de usted ¿Escribe un articuento desde la vejez o sobre la vejez?

Yo quería escribir una especie de reportaje sobre la vejez, pero me pareció imposible, porque la vejez es algo que va llegando paulatinamente. Un proceso lento al que te adaptas. Hay que saber ver el misterio que hay en la vida cotidiana.

No todos los aspectos de mi vida están presentes porque yo seleccioné aquello que creía que podía tener significado, misterio... creo que la vida cotidiana está llena de misterio, pero hay que buscarlo en el aplazamiento de cuadro. A veces los aspectos más banales de la vida cotidiana son los que están más cargados de significado por eso no les prestamos atención. Yo suelo decirle a mis alumnos, que cuando quieran escribir no vayan al centro sino a la periferia. Que para escribir no es bueno decir: `Vayan al grano'”.

En el centro no hay más que un hueco.

¿Cómo maneja el éxito?

La verdad yo no vivo con sensación de éxito. Cuando alguien me recuerda: ‘a ti no te van mal las cosas. Estas promocionando un libro en México’, no soy consciente de ello. No tengo la sensación de gestionar un éxito, para mi el éxito ha sido trabajar y todo lo demás se ha dado por añadidura. Es algo que le digo mucho a los alumnos de mis talleres o a los que quieren escribir. Que escribir, está en el hecho mismo de escribir y que todo lo demás se da por añadidura. Si además de escribir publicas, bien, y si además, vendes, pues genial. Pero nunca comencé a escribir porque pensara en los supuestos beneficios de la vida de escritor.

Cuando publiqué mi primer libro tenía 20 años y trabajaba en Iberia —por eso cogí la costumbre de levantarme muy temprano, porque entraba a la ocho de la mañana— pero nunca imagine que escribir se iba a convertir en esto. En ese entonces lo veía como una actividad muy separada de mi trabajo “real”. Cuando gané el Premio Sésamo tuve miedo dejar mi empleo, que también me gustaba, tenía miedo de que esto de vivir de la escritura fuera un espejismo y que yo perdiera mi empleo.

Ahora no concibo la vida sin escribir. Usted cita a John Cheever cuando dice que en la vejez hay confusión ¿Qué significado tiene está palabra?

Es una cita que me dejó muy tocado. Me pareció que con esa frase podría iniciarse el diario de un adolescente. En la vejez y la adolescencia hay confusión por eso los abuelos tienen una complicidad con los nietos de la que los padres están excluidos, porque ellos están más inmersos en las cosas de orden práctico y han perdido la sensibilidad para detectar lo que está más allá de lo que se ve y eso vuelve a pasar en la vejez, recuperas la capacidad de sorprender. La vejez no es una flecha con dirección única. A veces a los 60 estás mejor que a los 40.Una vez me invitaron a un congreso de escritores jóvenes y fui.

Les pregunté: ‘¿a vosotros que os parecería si les dijera que creáramos una asociación de escritores viejos?’. Rieron. Es una estupidez.

Un escritor tiene la obligación de tener a un escritor joven dentro y viceversa. Es una cuestión retorica que no tienen que ver con la realidad porque el tiempo te pone limites y la vida es mucho más rica que eso, no es como la frontera que ponemos entre sueño y vigilia. Tenemos un pensamiento dicotómico y esa idea nos hace perder muchas cosas.

Dicen que para los jóvenes la muerte es un asunto melodramático, para los de mediana edad un asunto filosófico y para los viejos, un trámite burocrático.

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IM/CR

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