El Presidente Andrés Manuel López Obrador reafirmó las líneas generales de lo que viene haciendo desde el 1 de diciembre de 2018. Resumió su plan en dos ejes: Acabar con la corrupción y fin a la impunidad.
Pocas novedades, aunque era difícil
que las hubiera, si tomamos en cuenta que realiza conferencias de prensa diarias. Lo distinto, en todo caso, es que se hizo la lectura del mensaje antes de entregar el Informe escrito, aunque la ley señala otra cosa.
Insistió en que nada ha dañado más al país que la
deshonestidad de los gobernantes, aunque aprovechó para respaldar a Manuel Bartlett.
Para López Obrador la muestra de la degradación
del neoliberalismo tiene una relación directa con los privilegios: altos salarios, Estado Mayor y choferes. Eso ya se terminó y ahora vendrá una regeneración moral del país, un cambio de régimen.
La ruta exitosa de México irá de la mano de desmontar todos andamios de las administraciones pasadas y en particular la de Enrique Peña Nieto.
Para el Presidente el crecimiento de la economía
dejó de ser un asunto central, porque está que el éxito de su mandato no se va a relacionar con “las obsesivas mediciones tecnocráticas”.
Celebró que los contratos pendientes con las empresas que participaron en la construcción del aeropuerto en Texcoco estén liquidados y canceló la
fantasía de que en algún momento se retomaría el proyecto.
Anunció que sus prioridades en la agenda son quitar las trabas al ejercicio de la consulta ciudadana y
la revocación de mandato. Quiere preguntar sobre su permanencia en 2021 y promete que instaurará un “verdadera democracia”.
Sólo en seguridad admitió que los resultados no
son los adecuados, pero confía en que la Guardia Nacional, que es “pueblo uniformado”, pueda revertir la situación.
Anunció que se terminó con “la guerra de exterminio” contra los criminales, pero no se detuvo en la
explicación y significado de esa frase. Quizá lo haga después o a lo largo del tiempo.
Nada dijo de las barbaridades de los bandidos y
de su escalada de sangre, como la ocurrida en Coatzacoalcos, aunque admitió que el desafió de la inseguridad es el más grande que enfrenta el país y su gobierno.
Quienes esperaban un llamado al acuerdo político tendrán que esperar, porque el Presidente López
Obrador no considera relevantes a sus adversarios y más bien los ve “aturdidos y desorientados”.
Confía que no tengan posibilidad, “los reaccionarios”, de construir una constelación opositora fuerte
y más bien los diagnostica como “moralmente derrotados”.
Algo de razón tiene, porque los partidos están
contra las cuerdas y no han encontrado la forma de enfrentar a la 4T y de hacerlo sin miedos y sin culpas.
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