Acusan despotismo del nuevo visitador

Quienes trabajan con José Gerardo Huerta Alcalá, recientemente nombrado como Visitador de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX), aseguran que es prepotente, déspota, no acuerda con su personal y se la pasa amenazando con iniciar investigaciones y provocar destituciones a cualquier funcionario que no acate sus órdenes.

“Desde que llegó, lo hizo amenazando y amedrentando a todos. Como dice que viene recomendado por gente cercana al Gobierno central y al secretario de Seguridad, Jesús Orta, abusa de su poder, y maltrata a todos”, asegura uno de los funcionarios que labora en el área.

A decir de quienes trabajan en la Visitaduría a su cargo, el funcionario no suele tener acuerdos con sus cercanos. El resultado, explican, es la falta de coordinación y las nulas estrategias a seguir día con día.

Pese a que es Huerta Alcalá el encargado de que todo se cumpla al pie de la letra en la Procuraduría, él mismo no pone el ejemplo en detalles mínimos como el uso de su gafete de identificación.

Al personal de la dependencia que encabeza Ernestina Godoy se le tiene prohibido no llevar este gafete. Inclus los elementos de la visitaduría que son a las distintas fiscalías a supervisar el actuar, le llaman la atención a quien no lo usa.

“Si alguien no tiene gafete te regañan, te amenazan con sancionarte, te mandan extrañamientos… pero él mismo no usa el suyo. Al principio cuando llegó, muchos ni lo identificaban y como no traía su gafete hubo hasta malos entendidos por no saber ni quién era”, contó otro de los funcionarios.

Entre las funciones del visitador, se encuentra la de “practicar la supervisión y vigilancia del cumplimiento de las disposiciones jurídicas aplicables y los lineamientos Institucionales, a través de visitas, estudios, monitoreo y demás medios electrónicos”.

Durante el tiempo que ha estado encargado de supervisar las agencias del Ministerio Público, al menos dos personas han perdido la vida dentro de las galeras de distintas agencias. Una de ellas se suicidó al colgarse con una venda; la otra murió al parecer por un infarto.

En ambos casos hubo fallas en la supervisión de los encargados. En la primera, se le permitió al detenido ingresar con una venda; en la segunda, el hombre estaba encerrado pese a que presentaba estado etílico y además era salvadoreño, sin apoyo consular.