Salvo en el improbable caso de que algún otro medio fifí decida abrir sus páginas a esta —lo digo humildemente— trinchera de la democracia popular, este fortín de la 4T, esta columna y su autor, este servidor del Pueblo Bueno y sobre todo de su encarnación, el Presidente Eterno Andrés Manuel López Obrador, dicen adiós. La Quinta Transformación se despide, compañerxs.
▶ ¿Cómo se despide? Como
se debe: dando las gracias. Gracias, primero, a Rubén y Eunice, altos mandos de este diario. Honor a quien honor merece: tanto él como ella están infectados por el virus neoliberal. Sí: son fifís. Pero hay de fifís a fifís, y ellxs han sido generosos con esta columna 100 por ciento 4T. Así que les digo esto, queridxs: tengo fe en poderlos sumar a la causa. En que son recuperables. En que esa
confianza en los mercados y las libertades ceda. En ver a Eunice un día, digamos, defendiendo la eternización
en el poder del Padre de Pueblos como diputada por Morena, o de perdida por el PT. En ver a Rubén, por ejemplo, como director de la refinería de Dos Bocas, un cargo, como todos los de esta administración, que no requiere ni estudios en esa área, ni experiencia profesional.
Pero hay que dar las gracias también a lxs
personajes que han protagonizado esta bitácora de la Utopía petrolero-fritanguera con que ha bendecido el Tlatoani a nuestra tierra. Por ejemplo, al infaltable John Ackerman, mi Doc Doc (¿les he dicho que tiene DOS DOCTORADOOOOOOS? ¡GUAAAAUUUU!). Gracias, Johny. De veras, gracias por demostrar que en este régimen puedes tener un sentido del humor francamente plomizo y un aire digamos que poco convencional a un menonita de extrema izquierda y aun así ganar una lana en los medios (del gobierno). ¿Cómo? Siguiendo la máxima de que de poco vale la gracia cuando te liberaste del pudor. Y qué falta de pudor. Te despediste de este espacio como los grandes, Doc Doc: entrevistando a Bartlett en plan “Gracias por existir, prócer de la soberanía energética”.
▶ Tengo que dar las gracias
también, claro, al prócer.
A mi licenciado Bartlett.
Sus enseñanzas tampoco son menores. ¿Que lograste llenar de apagones Yucatán y la Ciudad de México? ¿Qué
se te olvidó declarar unas casitas y unas empresitas? ¿Que me alebrestas a todas las solteras de México diciendo que no tienes esposa ni concubina y luego les rompes el corazón aclarando que sí, sí andas con Julia? ¿Que si el fraude del 88, que si Buendía,
que si Kiki Camarena?
No pasa nada. Todo se le perdona a un patriota. Ya lo dijo el presidente.
Pero Bartlett y Doc Doc no son una mancuerna. De lo que hablamos es de un ménage a trois. Mi gratitud también a Irma
Eréndira Sandoval. Porque mientras su marido exoneraba al tío Manolo en la tele, ella lo hacía desde la Función Pública.
Mejórenme ese sándwich, machuchones.
Hasta siempre, Camarada Cartier. Has sido
protagonista permanente de esta columna.
Se me acaba el espacio y además
las lágrimas están a punto de arruinar el teclado de mi IPad, pero este búnker ideológico también es de Octavio Romero, como representante de las glorias internacionales de Pemex. Es de mi Yeidckol. Nunca dejes de elogiar a dictadores venezolanos y torturadores cubanos,
presidenta. Y es de Martí Batres. Sí: la revolución se guarda en tópers.
Hasta la próxima, camaradas. Vida
eterna al Padre de Pueblos.