Carlos Velázquez retrata en crónicas un pedazo de realidad

POR ANDRÉS ARAUJO

Hay una gran cantidad de adjetivos que podrían definir a Carlos Velázquez, pero correríamos el riesgo de caer en un lugar común cuando su literatura está plenamente alejada de ello. Sucio, crudo, escatológico, osado, sincero, quizá.

La periodista Mariana Hernández lo define como “literatura con los huevos bien puestos”. Podríamos acudir a la frase que da nombre al libro como pista que permita adivinar el perfil del escritor: Aprende a amar el plástico.

La frase pertenece a Lou Reed y Velázquez la trae a colación durante una noche que se consume en algún table dance de Monterrey. Una cerveza, dos, tres. Un privado, dos, tres. Amar el plástico es la única justificación que puede haber para gozar el encuentro carnal con una mujer de enormes implantes.

El libro está compuesto por relatos que, Carlos Velázquez coleccionó para distintas publicaciones. Cuenta con una crónica urbana y otra musical — Diarrea y asco en el Vive Latino hubiese sido fácilmente escrito por Hunter S. Thompson en caso de someterse al festival iberoamericano tras unas quesadillas con relleno de dudosa procedencia en Popocatépetl—, la postal de una camiseta de Nirvana y una visita guiada al que, en opinión del autor, es el más delirante local para caballeros en el país: el Hong Kong de Tijuana.

Velázquez se muestra como uno de los narradores mexicanos contemporáneos más capaces. Tras haber publicado La efeba salvaje (2017) y El pericazo sarniento (2017), siendo la primera una compilación de cuentos y la segunda un recuento de la experiencia vivida como adicto a la cocaína, parece estar cercano a culminar una novela esperada por no pocos lectores. Aficionado al Santos Laguna con relatos con sabor a caguama quemada —en el mejor sentido— así como lo que escribía Bukowski remite al whisky barato.