No se puede objetar el proyecto presidencial de ampliación del bosque de Chapultepec y su conversión en un circuito cultural a gran escala. Se trata no nada más de embellecer la ciudad, sino de conectarla con su rica tradición artística y reforestar un entorno muy contaminado. La idea refresca el panorama de la política urbanística mexicana y le regresa iniciativa al Estado para invertir en propuestas de infraestructura. Desde hace muchos años no se planteaba en nuestro país la concepción de algo semejante.
Es extraño que para un proyecto de semejante magnitud no se hayan publicado muchos análisis. No sabemos cuánto va a costar, cómo será el proceso de licitación para las empresas participantes en la construcción, remodelación, etcétera. Preocupa que se restrinja información como ocurrió con las obras de los segundos pisos hace unos años. En su edición del domingo, el diario El País incluyó en su portal de internet una larga nota sobre el proyecto de Chapultepec, pero casi todo el texto se limita a repetir lo que ya dijo el Presidente de México o bien a proporcionar información biográfica y profesional sobre el artista responsable de la ampliación del bosque: Gabriel Orozco.
Orozco es recordado por el público, entre otras cosas, por el carácter irreverente de su obra y por la ballena gigante en la Biblioteca Vasconcelos. En entrevista con el diario español, Orozco adelanta algunos datos, pero sin comprometerse en exceso. El artista plástico declara “se puede pensar que algunos proyectos estarán terminados en un año, parte sustancial será visible en tres; si todo va viento en popa y se mantiene el apoyo de todos, en seis años habrá campos bien sembrados, algunos frutos ya visibles, infraestructura urbana y circulación bien organizada.
Luego, se verá cómo se va a usar, cómo empieza a habitarse, cómo la gente se concientiza para cuidarlo e implementar una ecología que genere conciencia y que repercuta en el resto de parques del país.”
Todo lo anterior suena muy bien, pero es bastante vago. En otras palabras, el mismo dirigente del proyecto no tiene mucha claridad sobre varias cosas. Ni presupuestales ni de diseño y eso exhibe una vez más el voluntarismo de la 4T. Se anuncian grandes transformaciones sustentadas en muy buenos deseos, pero no se tienen, como dicen en los pueblos “todos los pelos de la burra en la mano.” En vista de que el mismo Orozco no tiene claro de cuánto dinero va a disponer ni con quién o quiénes va a trabajar, ¿no hubiera sido conveniente esperar un poco antes de hacer el anuncio? Insisto, la idea es buena, quizá muy buena y hasta trascendente, pero como siempre, el diablo está en los detalles.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel