Columnas
En diciembre de 2018 aparecieron las memorias de Jean Chrétien, ex Primer Ministro de Canadá. El libro My Stories, My Times vale la pena por las anécdotas salpicadas de sentido del humor y el retrato de los gobernantes a quienes conoció en 45 años de actividad política. Por sus páginas desfilan Pierre Trudeau, George Bush padre e hijo, Helmut Kohl, Charles de Gaulle, Jacques Chirac, Tony Blair, Nelson Mandela, Bill Clinton, la reina de Inglaterra y un largo etcétera. En pequeñas viñetas, Chrétien se las arregla para retratar de cuerpo entero a los personajes. Como todos los libros escritos por políticos, hay momentos de egocentrismo y autocomplacencia, pero en general resulta una lectura amena sobre el funcionamiento del sistema parlamentario canadiense.
El prólogo es la parte más aleccionadora del libro. Ese texto introductorio lo escribió Charles Joseph Clark, mejor conocido como Joe Clark, quien también fuera Primer Ministro de Canadá. Con una diferencia, Clark pertenece al partido conservador y Chrétien al liberal. Es decir, el mayor oponente de la carrera política de Chrétien escribió el prólogo del libro de su adversario. Y no escribe para arrojar lodo sobre las políticas de su antagonista, ni para manchar su reputación. Ni siquiera para desmentir alguno de los pasajes del libro. Todo lo contrario. Clark escribe el prólogo para demostrar que hoy más que nunca es importante recordar que en política se pueden tener profundas diferencias ideológicas, pero el respeto y la civilidad son indispensables. Clark cuenta cómo después de acalorados debates parlamentarios y encarnizadas polémicas, él y Chrétien se preguntaban sobre la salud de sus familiares, salían de la oficina para tomar una cerveza en un pub y veían juntos un partido de hockey sobre hielo.
Chrétien y Clark tenían opiniones distintas sobre las funciones del gobierno, pero los unía el amor por Canadá. Disfrutaban poniéndose la camiseta del equipo nacional mientras Canadá competía contra la selección rusa de hockey. La política es, o debería ser, y más en la era Trump, un intercambio civilizado entre caballeros, dice Clark. Dada la seriedad de las pugnas, es indispensable el respeto al oponente.
Hace unos días me percaté del intercambio entre Javier Lozano y Gerardo Fernández Noroña. En un solo twit, Fernández Noroña llamó pendejo a Lozano, y a Felipe Calderón licenciado fraudes y alcoholes. No conozco a ninguno de los tres, pero el debate sería más contundente sin ofensas. En el debate entre John Ackerman y Hernán Gómez Bruera, el primero consideró al segundo “progre pop” y respaldo del “golpismo.” La Cuarta Transformación traerá cambios muy profundos, pero entre éstos, no parece que se incluya la civilidad y cortesía de nuestra clase política. En algún momento, Octavio Paz dice más o menos “cuando el lenguaje se corrompe, las sociedades se pierden.”