Dice un personaje de la novela El ruido de las cosas al caer del colombiano Juan Gabriel Vásquez: “Ah, el famoso avión, ahí sí que se acabó de joder todo. Muerto el candidato Galán, sus banderas políticas y entre ellas la lucha contra el narcotráfico, fueron heredadas por un jovencísimo político de provincias: César Gaviria. En su intento por sacar del cuadro a Gaviria, Pablo Escobar hizo poner una bomba en un vuelo civil que cubriría —que hubiera cubierto— la ruta Bogotá-Cali. Gaviria, sin embargo, ni siquiera llego a subir. La bomba estalló poco después del despegue, y los restos del avión desintegrado —incluidos tres pasajeros que al parecer no mató la bomba, sino el impacto— cayeron sobre Soacha, el mismo lugar donde había caído, baleado en su tarima de madera, el candidato Galán... Ahí supimos, dijo Maya, que la guerra también era contra nosotros. O lo confirmamos, por lo menos... del miedo. ¿Una época especial no? No saber cuándo le va a tocar a uno. Preocuparse si alguien que tenía que llegar no llega. Saber dónde está el teléfono público más cercano para avisar que uno está bien... vivir así, pendiente de la posibilidad de que se nos hayan muerto los otros, pendiente de tranquilizar a los otros para que no crean que uno está muerto”.
Así vivió Colombia, sumida en el terror, pendiente de los caprichos de
Pablo Escobar. Hasta que tocó fondo. La recuperación de su país comenzó, lo dice el personaje de la novela, cuando entendieron que los narcos amenazaban a todos y que la solución al problema de la delincuencia cruzaba por la participación comunitaria.
Bogotá, Cali y Medellín, hace unos quince años, eran similares a Coatzacoalcos. Hoy son ciudades vivibles, complicadas como toda urbe, pero
en las que se puede caminar sin el temor de ser secuestrado o asesinado.
Los “levantones”, homicidios y secuestros de los delincuentes se confundían con las detenciones arbitrarias y las desapariciones forzadas.
Los
narcos eran los dueños: extorsionaban y aterrorizaban a la población.
El duelo por las 29 personas que murieron este 27 de agosto en El caballo blanco debiera motivar una reflexión profunda. La situación actual de
ciudades como Medellín, Cali y Bogotá demuestra que es posible enfrentar al narcoterror, disminuir los índices de la impunidad.
No está de más recordar los puntos que el exalcalde de Bogotá, Antanas
Mockus consideró esenciales para la recuperación de la paz: “Cultura ciudadana como enfoque de seguridad y convivencia combina:
•Construcción de un tabú cultural alrededor del respeto a la vida.
•Pedagogía de la ley.
•Interpretación de la tarea del policía como formador de ciudadanos.
•Uso gerencial y pedagógico del sistema de información sobre homicidios y otros delitos.
•Capacitación y gerencia de la policía.
•Movilización de las autoridades y de la sociedad hacia el rechazo de
la ilegalidad.
•Mejoramiento del sistema de justicia.
El Estado de derecho se plasma en el respeto por la policía y por las
Fuerzas Armadas, la comprensión de su misión y la correspondiente empatía”.
•Excomisionado Nacional de Seguridad: @Ley13091963