En el Partido Verde suelen tener propuestas inverosímiles y absurdas, pero hay que verlas con cuidado porque a veces prosperan como intercambio de favores y alianzas legislativas. Por ejemplo, prohibieron los animales en los circos y destruyeron toda una forma de vida y empleo.
Ahora su ocupación es la historia. Arropados en la idea populista y revisionista del pasado, quieren prohibir monumentos, estatuas y calles de Cristóbal Colón y de Hernán Cortés, en la Ciudad de México. Del primero hay escultura, una muy célebre en Paseo de la Reforma, donde hasta hace algunos años, cada 12 de octubre era pintarrajeada y hasta atacada.
De Cortés no hay mucha tela de dónde cortar, pero su tumba está en la iglesia de Jesús Nazareno.
La furia contra el conquistador Cortés se entiende, porque no queda bien parado desde los libros de texto gratuito, donde aparece como lo que era: Un soldado rudo, un aventurero, sin contemplaciones para lograr sus objetivos. Tampoco es que fuera un ignorante salvaje, sino un producto de su época, que, como escribió Bernal Díaz del Castillo, “tenía sus latines”, los que se patentizan en sus “Cartas de Relación”.
Cortés informaba a la corona, porque sabía que su pellejo estaba en prenda, que tenía que dar resultados y que dependía de la voluntad de personajes lejanos, rodeados de intrigas y venganzas.
La vida de Colón está llena de mal entendidos, donde el más grande es seguir insistiendo en que descubrió América, cuando en realidad nunca supo a donde lo llevaron sus carabelas.
Edmundo O’ Gorman, con esa inteligencia que le caracterizaba, estableció que el almirante “se topó con América” y que la idea del nuevo continente respondió a una invención.
Fue en realidad Américo Vespucio quien calculó y estableció que las tierras a las que llegó Colón no eran las Indias, sino un nuevo lugar, susceptible de ser colonizado y, sobre todo, comprendido.
Aquel encuentro de pueblos y civilizaciones, fue uno de los momentos más impactantes de la historia y significaron, inclusive, un cambio de paradigmas.
Eso es lo que conmemoran las estatuas de Colón, la de la Ciudad de México y otras más, incluida la de La Rambla, en Barcelona, donde el marinero señala las nuevas tierras y, no podía saberlo, un nuevo horizonte para la humanidad.
Eso es parte de nuestra historia, donde lo que requerimos es de reflexión y no de prejuicios, para que el conocimiento del pasado sirva para un mejor presente y no para polarizar.
Insisto, pelear con fantasmas puede hacer perder de vista los desafíos del presente y de todas sus urgencias.
Los diputados de la Ciudad de México tienen la palabra y ojalá no la utilicen para entrar al reino del disparate.
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