Compromiso de no reelección

La aprobación de la iniciativa de revocación de mandato en la Cámara de Diputados la semana pasada produjo una justificada inquietud entre numerosos observadores de la política. Ya muchos han señalado los pocos países donde existe semejante medida para regímenes presidenciales. Otros tantos han apuntado cómo esos ejemplos degeneraron en la permanencia en el poder de los caudillos, particularmente en Venezuela.

Hace unos días, el Presidente de México declaró “El lunes voy a poner aquí un compromiso de que no voy a reelegirme; va a estar firmado, tengo palabra” y agregó que su mandato “termina en 2024.” Hoy lunes, mientras escribo este texto, el mencionado compromiso documental no ha sido presentado. La explicación ofrecida fue la siguiente “por convicción, por principios, estoy en contra de la reelección, soy partidario del sufragio efectivo no reelección, pero lo voy a poner por escrito con mi firma, haciendo un compromiso público. Lo tengo hecho, ya hice la carta, pero hoy 18 de marzo queremos destinar la información, toda nuestra atención al 81 aniversario de la expropiación petrolera”.

La explicación presidencial suena sensata. La conmemoración de la expropiación petrolera lleva prioridad. Muy bien. ¿Entonces por qué ofreció presentar el compromiso de no reelección este lunes cuando ya sabía la importancia de la fecha? Se me dirá que fue un olvido inocente. Basta con anunciar otra fecha límite para presentar la firma del compromiso. No se ha hecho. La inquietud de los analistas, observadores y actores políticos no nada más está anclada en la historia de México y la triste tradición latinoamericana, sino en la renuencia de Morena para explicar porqué le interesa tanto la revocación de mandato.

Si se trata de quitar los gobernantes cuya gestión es reprobada por la población, basta con esperar seis años. En México ningún presidente se ha reelegido desde 1929. Si la finalidad es disminuir la duración del gobierno, ¿por qué no presentar una iniciativa con ese propósito? También podemos reformar para transitar a un régimen parlamentario donde el voto de confianza de los integrantes del parlamento puede tumbar un gobierno.

Es evidente que se trata de usar la imagen presidencial en las elecciones intermedias (una medida prohibida por la legislación vigente) y garantizar la victoria de Morena en los comicios para el Poder Legislativo, así como en las gubernaturas en disputa. Utilizar la popularidad de AMLO para que candidatos desconocidos en sus distritos puedan triunfar, como sucedió en 2018. Hasta ahí sería una artimaña electoral eficaz. ¿Nada más eso? El temor es que la revocación de mandato sirva en el fondo como propuesta de ampliación de mandato. En seis años pueden preguntar en una consulta como ésas a las que nos tiene acostumbrados este Gobierno ¿quieren que López Obrador siga siendo Presidente? Si no desean provocar sospechas, disípenlas. Está en sus manos.