Con metáforas del corazón, diseccionan la condición humana

En la antigua Mesopotamia se creía que el hígado era el órgano encargado de regular y resentir los dejes emocionales. Luego, esas sensaciones —personales e indescriptibles— pasaron a los terrenos del corazón.

De Aristóteles a San Agustín las explicaciones acerca de por qué este músculo hueco, encargado de distribuir la sangre en el cuerpo, está relacionado con los sentimientos y la complejidad humana, coinciden en que es ahí donde habitan el paraíso y el infierno. La verdadera lámpara maravillosa.

En Breve tratado del corazón, la narradora Ana V. Clavel entreteje las historias de una suicida, cuyo único deseo es ir a la India; un hombre, quien tras una cirugía de corazón deja de ser el autómata que era; un alma en pena, que busca su propio órgano y un sicario, cuya posesión más valiosa y pura es su corazón.

A través de estas historias, que devienen a partir de que Sandra decide visitar el Taj Mahal antes de suicidarse, se muestra la gran cantidad de matices y texturas que puede poseer el alma humana, y esa complejidad intrínseca a su naturaleza, que hasta ángeles y demonios podrían envidiar.

“Somos mucha sombra, mucha materia opaca. Somos complejos. Cuando uno piensa en las propuestas de Wim Wenders, a propósito de sus películas sobre ángeles, vemos que ellos envidian a los hombres su capacidad de equivocarse y de decidir. Eso abona el terreno de claroscuros que habitamos y que inevitablemente se ligan al corazón. A pesar de que son cuatro historias distintas, que simbolizan las cutro cavidades cardiácas, vislumbras que las personas estamos más allá del bien o del mal. Quizá la historia del sicario revela que tiene un corazón puro, entendiendo este término no como un sinónimo de inocencia sino de sentimientos manifiestos que están ahí, naturales y siempre al borde de salir”, dijo la escritora a ContraRéplica.

En esta amena propuesta narrativa, la escritora expone a sus personajes de una manera sincera y real con sus deseos y pulsiones.