Jaroslaw Kaczynski, hombre fuerte de Polonia, es cabeza indiscutible tanto del Partido Ley y Justicia (PiS) como del gobierno polaco a pesar de no ocupar formalmente puesto administrativo alguno.
Desde 2015 se dedica a erigir un régimen autoritario, personalista y conservador. Ha debilitado al Poder Judicial, limitado la libertad de expresión,
disminuido a la Comisión Electoral, secuestrado a la televisión pública e instaurado un andamiaje clientelar muy efectivo.
Contrariamente a un prejuicio extendido y equivocado, los gobiernos de derecha también saben ser generosos al aplicar políticas redistributivas y estrategias
clientelares. Coinciden actualmente casi todos los populistas a izquierda y derecha en asignar gastos sociales elevados, sobre todo aquellos capaces de garantizar clientelas electorales.
En Polonia, estas políticas sociales se combinan con
una vocación claramente conservadora de defensa de los valores tradicionales, crítica constante a las élites urbanas, odio a los homosexuales y al Islam y un nativismo feroz contrario a los inmigrantes, la Unión Europea, Alemania y Rusia.
El PiS otorga 500 zloty (114 euros) de prestaciones
mensuales a las familias con hijos, y sus promesas para la próxima legislatura son generosas: bonos extra para los pensionistas, subsidios agrícolas, exención de impuestos para los jóvenes y un aumento del salario mínimo.
Para todo esto aún hay dinero. La economía polaca
crece a buen ritmo desde mucho antes de la llegada al poder de PiS.
Al frente de este Estado bienestar al mismo tiempo
conservador y autoritario está un líder de personalidad anodina, insufrible moralino de escasa formación intelectual, pero quien sabe el secreto de comunicarse eficazmente con su electorado nacionalista y tradicionalista, los “normales” como él los llama. Las cosas son para este mojigato son “buenas” o “malas”. No hay más. Quienes no piensan como él son “Polacos de una categoría peor”.
Kaczynski habla muy seguido con un discurso pedestre y fácil de entender. Es adicto a los viejos dichos populares y a los lugares comunes, constantemente denuncia
“conspiraciones” fraguadas por las élites. Anunció el establecimiento de una nueva “Cuarta República” y llama a su cruzada “dobra zmiana” (buen cambio). Acusa a las élites por “corruptas” y “antipolacas” y las contrapone al “pueblo bueno”, en un ejercicio muy del gusto populista.
La oposición, por su parte, crítica al PiS por comprar
votos y por no implementar reformas estructurales. También advierte de una inevitable crisis fiscal si los conservadores cumplen sus promesas de campaña. Pero está dividida y sus mensajes son equívocos.
Regalar dinero desde el gobierno es fácil y ello no define a un político como “progresista” o “conservador.” Más
allá de sus subsidios y dádivas, Kaczynski es esencialmente un conservador, porque aspira imponer su moral personal y limitada visión del mundo a sus gobernados por medio de un régimen patriarcal y de inspiración religiosa. Eso es ser conservador.
•@elosobruno
Especialista en política comparada