Arrancó el ciclo escolar
para los chiquitos que van a la primaria y también para los chavos que entraron a la secundaria en todo el país. Ahora sí, todas las escuelas y universidades están llenas.
Todos tenemos recuerdos, vagos,
pero los tenemos de nuestros primeros días de clases. Había miedo, temor, nervios, ¿con quién nos tocaría en el salón, serían buenos los maestros, los compañeros?
Creo que son nuestros primeros
instantes que sentimos el poder de la soledad, como si el mundo se viniera encima y no tuviéramos a nadie, ni a mamá. ¿Entonces hacia dónde correríamos?
Eso pasa con los cambios de escuela, con los nuevos ciclos, con la incertidumbre de no saber qué pasará sin
nadie que nos defienda, nos aconseje o simplemente nos acompañe.
Esta fotaza del fotoperiodista originario de Tijuana, Omar Martínez y
parte del staff de fotógrafos de Cuartoscuro me parece una genialidad.
A pesar de que la catarina, la abeja
o el gusanito pintados en la pared les lanzan mensajes de apoyo a los niños que acuden a la escuela primaria Club Soroptimista, el niño no podía soltarse de los brazos de su madre.
Justo con palabras como fortaleza, responsabilidad, perseverancia y
confianza parecería que la entrada a clases debería de ser sumamente positiva, pero no fue así.
El rostro del niño es de terror, sus
brazos en verdad no piensan soltar a su mamá que lo ve con ojos de ternura y seguramente, con muchas ganas de quedarse a su lado, pero en sus múltiples habilidades como mamá, debe de soltarlo y darle la confianza para que entre solo.
Una imagen que me lleva a imaginar el camino de la maternidad, ese
que sólo siendo madres entiendes que es un andar en solitario. No porque estés sola como tal, sino porque estos momentos se vuelven únicos y siempre toca hacerse la fuerte, como un pedestal que nunca se puede caer.
Al fondo otra mamá se toma una
foto con su hija, quizá pensando que con un poco de distracción lograría hacer más amena la despedida. Pero allí están las dos mamás haciéndose las valientes y las guías.
Cuando se es mamá, a veces te topas así en un pasillo donde pareciera
que nadie te ve, pero que a lo alto, como la mujer al fondo observa, pero no ayuda, no te acompaña.
Te encuentras con que el papá se
involucra o con el que no, con el que no puede ir a dejar a los niños por el trabajo o con el hijo o hija que solo quiere que su mamá los lleve.
Pero allí estás, tú solita, tratando de
lidiar con la tristeza e inseguridad de tu hijo, mientras tu corazón se hace añicos porque no quieres verlo sufrir, porque conoces ese sentimiento y porque debes de hacer que él se sienta seguro, aún estando sin ti.
La composición de Omar, ayuda
a que el acto de despedida tenga un tono más emocional, en un plano ligeramente contrapicado que hace que la mamá se vea aún más como una superheroína, grande y protectora.
Me queda claro que Omar tiene un
ojo educado para hacer fotografía, pero sobre todo está conectado con la idea de que sus fotos transmitan algún tipo de emoción, y en esta lo volvió a lograr.
Solo me queda decir: Benditas mamás.