Michael Pompeo es un representante de la nueva derecha en Estados
Unidos. Como integrante del Tea Party formó parte de las estrategias para dinamitar las iniciativas progresistas y liberales del presidente Barack Obama.
Por eso Donald Trump lo nombró director de la
CIA, con el encargo de hacer de la agencia un instrumento más eficaz y de no andarse con remilgos cuando se trata de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
Desde la CIA, Pompeo tuvo acceso a información
relevante sobre nuestro país y pudo apreciar los niveles de cooperación que existieron durante el mandato del presidente Enrique Peña Nieto.
La CIA tuvo una relevancia notable, porque en el
cambio de gobierno, y sobre todo a partir de 2013, se privilegiaron los intercambios de información y la fusión de inteligencia, desplazando, en alguna medida, a la DEA.
La confianza y colaboración entre áreas de seguridad se construye a parir una confianza bastante
frágil, ya que cada nación tiene sus propios intereses y para ellos trabaja.
La visita de Pompeo a México, el fin de semana,
hay que leerla también en ese contexto, y en particular porque como secretario de Estado, es el vigilante —ese es el término adecuado— del cumplimiento de los acuerdos que, en materia migratoria, forjaron el propio Trump y Andrés Manuel López Obrador.
Por ahora el secretario de Estado no tiene interés
en establecer, de modo narrativo, la idea de un tercer país seguro, porque eso ya lo tiene en los hechos, aunque no hay que descartar que en las próximas semanas se requiera por motivos electorales.
Tampoco es para estar tranquilos, porque el compromiso significó renegar de toda una tradición, aunque fuera discursiva, en lo que respecta al asilo a
quienes cruzan por nuestro país para buscar mejores opciones de vida al norte del Río Bravo.
En 45 días volverá Pompeo para continuar con
el examen y es esas semanas pueden pasar muchas cosas, en particular en el complicado ambiente político de Washington.
Por ahora los sondeos no le favorecen a Trump y
si bien es temprano para tener análisis ponderados y con un razonable nivel de certeza, es factible que la radicalización del discurso se profundice.
“Doblar” a México produce muy buenos dividendos en la América profunda, donde la ignorancia y
las carencias, hacen de los discursos populistas y antimigrantes una mina de oro.
Con Trump, siempre hay que estar preparados
para lo peor. No es confiable y no tiene el concepto de límites y no le importan ni las relaciones políticas ni las diplomáticas.
Si asumimos que la situación no está bien y que
el costo que ya estamos pagando es alto, quizá podremos reaccionar mejor, cuando el exdirector de la CIA vuelva y quizá con no muy buen humor.
•Twitter: @jandradej