Miguel Díaz-Canel, de 59 años, y con un
historial burocrático que arranca en 1994 cuando fue nombrado secretario general del Partido Comunista en la provincia de Villa Clara viene a romper algunos paradigmas en Cuba.
Carente del aura mítica de haber estado en las montañas en los años 50, una beta que explotaron
de forma descarada Fidel y Raúl, junto a los que formaron parte de aquella generación; para Díaz-Canel se ha hecho un proceso ad-hoc este 10 de octubre para tratar de investirlo como presidente libremente electo, siendo que en verdad será la cabeza visible de un estructura dictatorial con 60 años en el poder.
La narrativa del castrismo enfatizó que la elección de
segundo grado, hecha por los diputados de la Asamblea Nacional, fue “libre, igual, directo y secreto”, apropiándose de las características de lo que ocurre en una elección democrática, que no fue lo que aconteció en La Habana.
No hubo una elección. Los 579 diputados (uno no le
respaldó) que colocaron a Díaz-Canel en sus papeletas sencillamente refrendaron lo que ya había dictado el poder.
Fue en verdad Raúl Castro el que hizo la elección, cuando en abril del año pasado puso a Díaz-Canel a la cabeza
del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. Y eso no lo cambiará cualquier aire de elección democrática con la cual el castrismo quiso revestir lo ocurrido este 10 de octubre en La Habana.
Reafirmado Díaz-Canel en el poder, viene la etapa ahora
de interrogarse sobre sus condiciones para darle continuidad al castrismo y perpetuarse en el poder. No se trata solamente de la propia ausencia de carisma y capacidad que ya tempranamente ha exhibido el ahora presidente
“electo de la República de Cuba”, como le ha denominado el lenguaje oficialista.
Cuba enfrenta una severa crisis económica, similar a la
que fue el período especial de los años 1990, cuando la isla perdió el soporte económico de la entonces Unión Soviética y el bloque socialista de Europa del Este.
La dependencia ahora es de Venezuela. Y no es sólo
económica, que sin duda es vital para el castrismo, sino que cada vez cobra mayor claridad de que el retorno de la democracia a Venezuela está íntimamente asociado a Cuba.
El gobierno de Donald Trump se ha enfocado en las sanciones como una medida de presión, en una suerte de juego
de billar: presionar a La Habana para lograr los cambios en Caracas. En tanto, en muchos países de la región queda claro que una democratización plena para Venezuela coloca a Cuba como objetivo de cualquier acción geopolítica.
Todavía es temprano para saber si Díaz-Canel podrá
mantener el timonel en lo que se esperan sean tiempos agitados, especialmente en lo económico, para Cuba. Y además, está la cuestión del tiempo, que no perdona. Raúl Castro va rumbo a los 90 años y en cualquier momento dejará de tener presencia, como una especie de tótem para refrendar lo que hace su heredero político.
Todavía es temprano para saber si habrá una era
Díaz-Canel en la isla.
• Periodista e investigador de la Universidad Católica
Andrés Bello, en Caracas.@infocracia