El operativo fallido en días pasados en Culiacán es el primero trasmitido casi en tiempo real y con una extraordinaria producción audiovisual que acentuó el fracaso del Gobierno federal. La tecnología de hoy en día nos permite que con la omnipresencia de las cámaras y de los teléfonos celulares se registra y difundiera todo lo que ocurrió en Culiacán. Lo cierto de todo esto es que el gobierno nunca había enfrentado una narrativa visual tan poderosa que ilustrara el poder del crimen organizado y que quedará grabada sin duda en la historia reciente del país.
Primero: las imágenes de los radios de telecomunicaciones con las voces de los narcotraficantes en
la TV, exigiendo la liberación de sus líderes, fueron las primeras escenas que sirvieron para encuadrar la historia del poder ilegal desafiando al poder gubernamental.
Segundo: el gran poder de fuego. Las amenazas
adquirieron credibilidad con la multiplicidad de imágenes del crimen organizado demostrando su músculo, su capacidad de organización y de fuego.
Vehículos blindados que peleaban de tú a tú contra
los transportes del Ejército; hombres en posiciones de tiro y con armamento de alto poder, acompañados de un desfile interminable de camionetas patrullando, peinando la ciudad.
Tercero: Los videos de la fuga de los delincuentes
escapando de prisión con total impunidad fueron la prueba contundente de quién tenía la llave para abrir la puerta del penal.
Cuarto: Las escenas de complicidad de demostración de poder que quedó coronada por el choque
de puños de personal del Ejército mexicano con los miembros del cártel que se supone deberían enfrentar. La cercanía, la familiaridad, la camaradería digamos, así fuera en los segundos capturados en el video serán una de las imágenes más costosas en el largo plazo en términos de credibilidad.
Quinto: Y frente a esto la derrota quedó registrada
y guardada ya para los anales de la historia y de una de las peores conferencias de prensa de un gobierno que se vio obligado a reconocer que, por el poder del crimen, tuvo que “suspender la operación”.
Frente a este conjunto de escenas que permiten
armar el relato de las fuerzas del crimen, solo existen las imágenes de un presidente evadiendo el tema en los pasillos de un aeropuerto, las confusas declaraciones de los siguientes días que en vez de aclarar profundizaran la confusión y el reconocimiento de un jefe de las Fuerzas Armadas que admite, como si fuera un atenuante, que no sabía lo que pasaba en el país. La comunicación es fundamental y también cuenta en las batallas contra el crimen.
En el corte de caja que tendrá que hacer el gobierno debería entender que en este nuevo ecosistema
de la información rápida y vertiginosa el poder de las imágenes no debe ser subestimado nunca.
•Periodista y escritor.
@pagessiempre