¿Cuántas fotos te dejas tomar por tu pareja? ¿Qué tanto fotografían su vida diaria? Si su respuesta fue pocas, ahora imaginen vivir con un fotógrafo que al saberse padre de su primer hijo, se vuelca hacia él y su cotidianidad para ser documentada.
Christopher Anderson tiene 29 años, es miembro de la agencia Magnun Photos. Ha fotografiado a refugiados haitianos que navegan a Estados Unidos, guerras en Afganistán e Irak y la violencia en la Franja de Gaza.
▶ Es uno de los conocedores sobre el sufrimiento humano, y a pesar de lo que eso signifique, no ha dejado de buscar en sus fotografías una conexión emocional pura.
Muchos fotógrafos que dejan de cubrir situaciones de dolor o de guerra, y desean dejarlo para volver a capturar sus calles, su familia u otro giro fotográfico que no implique convivir con el dolor, la angustia y la violencia, toma su tiempo.
Christian pasó por ello y fue gracias al nacimiento de su hijo que lo hizo pasar más fácilmente esta etapa. En una entrevista que le realizaron, expresó muy bien lo que la práctica y la concientización de que ahora estaba haciendo fotos reales con temas universales como la alegría y la nueva vida lo han llevado a ver la fotografía como un reflejo de su experiencia y la conexión con el tema.
Fotografiar a su familia, lo ha llevado a descubrir la espontaneidad que puede haber en una familia de dos niños pequeños, de seguir los rituales diarios de lavarse los dientes, de dormir, de bañarse, de verse entre ellos mismos en cualquier tarde mientras comen.
Esto me encanta, porque hay hombres que se vuelven locos al encontrarse como padres, al cargar a sus pequeños y que no quieren perderse un solo instante de su crecimiento. Hay hombres que la paternidad los hace renacer, hay quienes descubren que su vida cambia y para bien, y si aparte de todo es fotógrafo, qué mejor que documente TODO de un ser que apenas empieza.
Después de documentar los primeros 10 años de sus hijos, de los desnudos emocionales de toda una familia, ha aprendido a darle mayor valor a la intuición y a mirar la luz y al color como una interacción totalmente humana.
En esta foto que aparece su mujer, Marion semidesnuda y recostada en la esquina de la cama, con una ventana al descubierto y decorada con el cúmulo de edificios que solo una ciudad como Nueva York puede tener.
La ropa tirada en el suelo, quizá es la bolsa de la ropa sucia o debido al cansancio de la maternidad, allí fue terminando la ropa hasta parecer un costal, por suerte los rayos del sol del amanecer no los iluminan.
Pienso que quizá Christopher tuvo que cubrir atrocidades de la violencia humana para poder admirar y capturar el cansancio de su mujer y convertirlo en belleza visual.
Su manera de componer e integrar elementos tan fuertes como una ventana que da paso a la luz de una ciudad llena de paredes y ventanas, junto con unas piernas femeninas recostadas sin que los dos compitan. Logró que los dos se conjuntaran, e hicieran una fotografía que incluso pudiera competir con una pintura.
Las piernas relajadas que dan el ritmo perfecto que sube y baja hasta llegar a la ventana y salir del cuarto o del edificio en donde ellos viven.
Una foto de adentro hacia fuera, no solo de una habitación, sino de un momento íntimo de una mujer que descubre que entre tantas emociones que produce tener una, también se necesitan momentos de reflexión y de intimidad.
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