Por Diego A. Guerrero García
A Jorge Sánchez Cordero, a quien le agradezco el haberme introducido al estudio de esta materia.
La cultura es un elemento crucial en la comprensión de la humanidad, pues constituye todas aquellas producciones materiales y no materiales (creencias, valores, regularidades normativas), así como la capacidad de los seres humanos de interpretar y simbolizar el entorno físico y social a través de manifestaciones creativas, ideas prácticas y conocimientos que transmitimos de generación en generación.
En los seres humanos se encuentra en constante cambio resultado de una producción colectiva. Representan, quizá, la principal motivación que permite no sólo explotar la creatividad de los individuos, sino que, a través de ella, estos se relacionan e interactúan con el entorno por medio de códigos de convivencia basados en las formas de interpretar el mundo.
El patrimonio cultural es tradicional, contemporáneo y viviente, por ello, no sólo incluye tradiciones heredadas del pasado, sino también usos y saberes contemporáneos específicos de las distintas configuraciones culturales presentes que lo mantienen con vida a través de la relación entre el ambiente y la cultura.
Si bien la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial propuesto por la UNESCO en 2003 estableció una serie de mecanismos para garantizar el patrimonio cultural inmaterial, como se mencionó en la columna anterior publicada en este medio <<Biocultura y nuestra memoria colectiva>>, con la reforma al artículo 4º se le dio un mandato claro al Congreso para coordinar sus acciones en materia de cultura.
Aunque en el ámbito nacional existen algunas iniciativas, además de la recomendación no. 35 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sobre la protección del patrimonio cultural de los pueblos y comunidades indígenas, la salvaguardia de este patrimonio sigue siendo una prioridad que el Estado mexicano debe atender.
Es necesaria una protección del patrimonio cultural inmaterial que los identifique y los distinga de los demás grupos sociales. En materia de propiedad intelectual, por ejemplo, no se han tomado en cuenta los conocimientos indígenas, ya que, al no contar con un autor conocido, son considerados derechos colectivos. Ante esta desprotección del Estado, las grandes empresas se han apropiado de manera ilegítima para fines comerciales de los conocimientos tradicionales, transgrediendo su identidad y devaluando sus técnicas y saberes. Teniendo en mente lo anterior, debemos crear derechos vigentes que reconozcan las particularidades de los conocimientos tradicionales y que generen los instrumentos que garanticen su protección.
El patrimonio cultural inmaterial está vivo, tiene una fuerte interdependencia con el patrimonio cultural material y el patrimonio natural que, en conjunto, configuran diversas formas de expresión cultural tradicional y popular que permiten recrear y reconstruir nuestro presente y futuro.
A todos los que integran ContraRéplica y a nuestros lectores, les deseo una feliz Navidad en compañía de sus seres queridos.