Después de prometer la desmilitarización del país, y sustentar la seguridad en frases profundas como “becarios, sí; sicarios, no” y “abrazos, no balazos”.
Después de los “foros escucha por la pacificación y reconciliación nacional”.
Después de dar a conocer un supuesto “plan nacional de paz y seguridad”, plagado de dizque ideología, incoherencias y reproches. Después de todo lo anterior, y para sorpresa todavía de algunos, el planteamiento difícilmente pudo ser más primitivo, y nadie mejor que el Presidente para explicarlo: la Guardia será “una nueva función del Ejército”. Punto.
Pero además, con la velocidad que distingue al Gobierno para generar crisis y agravar las que ya existían, que a poco más de seis meses es ya legendaria, ahora estamos en una situación peor que la de una “simple” militarización. Con la saña que también lo distingue, el Gobierno emprendió la demolición de la Policía Federal, como bizarro testimonio, uno más, de su obsesión por destruir instituciones. Después de la pesadilla que fue para la corporación el sexenio de Peña, lo que correspondía era salvarla; salvar sus procesos y sistemas; salvar sus capacidades para generar y procesar información; recobrar sus capacidades operativas. Pero no, se borra una institución federal y un referente nacional, y de paso se maltrata, no sólo a los policías federales, sino también a los soldados y marinos, a quienes cada día les endilgan más tareas, y a quienes se entrampó con una reforma constitucional (grotescamente aplaudida por políticos y activistas) y que, para colmo, se les vendió como un reconocimiento.
Muchos dirán: “y eso qué”, con tal de pacificar al país. El problema es que la Guardia; es decir, las Fuerzas Armadas, no sirven para resolver temas de seguridad pública en ninguna parte del mundo, con la excepción de regímenes autoritarios que “resuelven” el tema eliminando derechos y libertades. Caray, como si nos faltaran ejemplos de lo que sucede cuando las Fuerzas Armadas se ocupan de un tema que, nunca sobrará decirlo, no les corresponde atender. Lo sabemos y nos hacemos guajes: el crimen no se enfrenta con despliegues; se enfrenta con investigación, análisis e inteligencia, esas capacidades que hoy se tiran a la basura, con los insultos y el desdén propiosde quienes no valoran precisamente la inteligencia, ni la policial ni ninguna otra.
Pero además, la seguridad no es sólo policía. Se requieren fiscalías que procesen ministerialmente los casos, se requiere imponer control en los penales, y urgen también políticas de prevención. ¿Y sobre estos temas? Nada.
Por eso, cuando se multipliquen las exigencias para atender nuestras innumerables emergencias, cuando se extrañe a las instituciones, y a los programas, y a los expertos, procederá la recaudación de ánimos para levantar al país. Los que queden después de esta oscura época de ruinas y ruindades.
•Director General de Causa en Común
@japolooteyza