Los tiempos electorales en algunos estados y los tiempos de cambio de régimen obligan a bajarle la velocidad al día para imaginar el futuro que queremos. Con frecuencia, las claves están en la historia y en la literatura.
Así, hay textos que hay que releer, pues algo aportan al trabajo cotidiano de los que ejercen el poder público, con la idea de acercarles noticia de lo que en otras latitudes y épocas se hizo bien o se realizó con errores. Reviso con especial cuidado los que se estructuran en forma de manual o catálogo de consejos para políticos y candidatos, pues cobran relevancia en esta época de la vida de México.
Estas obras siempre son útiles para conocer la circunstancia histórica o política en que se escribieron y tomar lecciones de ellos, aunque con frecuencia son útiles por sí mismos.
Hoy me referiré a uno que me parece extraordinario. Esta obra vio la primera luz en 1995, aunque con otro nombre. Se trata de EL PRINCIPITO, O SEA OFICIO DE POLÍTICOS: ORÁCULO MANUAL PARA DESENGAÑO DE ASPIRANTES, MEDITACIÓN DE PROFESOS Y DELEITE DE JUBILADOS, de Fernando Escalante Gonzalbo.
El autor inicia así: “Este librillo… Si me he decidido a ponerlo de nuevo en circulación… es sólo por pensar que, en tiempos aciagos, como los que nos tocan, incluso la luz más mezquina… puede servir de algo.”
Organizado en 21 capítulos, el texto es útil para aspirantes y para gobernantes. Le menciono algunos: II. Del acceso al poder y de si conviene llegar por la popularidad o por la astucia (sugiere la segunda). XIV. Del dinero y gasto público y de la liberalidad y la mezquindad o miseria (tres reglas: gastar de modo que se conozca y sea notorio; gastar de modo que la ganancia se reparta entre el mayor número de gente; gastar de modo que su propósito económico o filantrópico no estorbe al propósito político). XIX.
De la reputación y de cómo debe comportarse un político para adquirirla (“para conseguirla no basta nunca la sustancia y las mayores empresas serán inútiles si no las acompaña la publicidad”).
Sobre los enemigos, existen tres posibilidades: no tenerlos, tener uno o varios y que, para la estabilidad de la república, es mejor lo tercero. A su vez, que los enemigos pueden ser de dos clases: secretos o públicos y sobre éstos se extiende afirmando que dan ocasión al político de mostrarse generoso cuando sea conveniente y también ser severo cuando se necesite. Aborda en el mismo sentido a los amigos: si un político sabe ganarse el favor de algún enemigo y no teme que se vuelva en su contra un aliado, conseguirá que sean cautelosos ambos, pero aquél por esperanza y éste por temor. Le cuento más el próximo martes.
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