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La desigualdad en el ingreso, es medida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, mediante el Coeficiente de Gini. Esta medida se basa en conocer la diferencia que existe entre un escenario donde no hay desigualdad, es decir, la acumulación del ingreso y la acumulación de la población se comportan de forma idéntica donde cada una de las personas percibe un ingreso exactamente igual en comparación con la realidad de la economía que se está evaluado; así, si el Coeficiente de Gini es cero indica una igualdad perfecta y un valor de 1 una desigualdad perfecta.
A nivel mundial, se tienen calculados los coeficientes de Gini para cada uno de los países; de esta forma, independientemente del nivel de producto interno bruto que tiene una economía, podemos saber qué tan equitativamente está distribuida la riqueza en dicho país. De acuerdo con el último cálculo del Banco Mundial, Sudáfrica se encuentra en el último lugar, siendo el país con mayor desigualdad en el ingreso con un Coeficiente de Gini de 0.63; el país más equitativo en la distribución de su riqueza es Ucrania con 0.25. México se encuentra en el lugar 117 con 0.43, mientras que Estados Unidos tiene el lugar 102 con 0.41.
Resulta interesante la comparación y la posible percepción que tenemos al comparar a México con Estados Unidos. La economía más grande del mundo tiene problemas graves de distribución de su riqueza, donde cada vez es más la polarización entre la clase media y alta. México por su parte tiene que resolver dos avanzar en dos frentes, garantizar un crecimiento económico sostenido y asegurar la distribución justa del ingreso
En un estudio publicado en enero pasado por el FMI, titulado “Inequality in Good and Bad Times: A Cross-Country Approach”, se analiza la relación que existe entre el crecimiento y la desigualdad en economías en desarrollo, se concluye que las reducciones en la desigualdad durante las alzas del crecimiento se revierten en gran medida durante las desaceleraciones del crecimiento. Se identificó al desempleo, y en especial el juvenil, como el canal principal a través del cual las fluctuaciones en el crecimiento afectan las dinámicas futuras en la desigualdad.
Estos hallazgos sugieren que tanto la calidad de los empleos creados como las políticas del mercado laboral son importantes para garantizar que los resultados del crecimiento propicien la reducción de la desigualdad. Se sugiere también, que las reformas estructurales pueden ser necesarias para abordar las características de los mercados laborales que tienden a incrementar las disparidades en la distribución del ingreso.
En cuanto a México, el actual gobierno tiene un plan para combatir el desempleo juvenil a través de las becas a los ninis; sin embargo, como lo indica el estudio del FMI, deberán garantizarse dos cosas: una buena calidad de empleos junto con el impulso de inversión tanto local como extranjera y las reformas necesarias para la protección y remuneración justa de los trabajadores.