El Día de Muertos es una tradición que se vive en México desde la época prehispánica y con la Conquista se sincretiza con las fiestas católicas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, el 1 y 2 de noviembre.
Es momento de comunicarse con el otro mundo, con los amados que ya se encuentran en el más allá, y a cuyas almas se les permite regresar a visitar a los suyos y probar de los manjares que en vida tanto les gustaban.
La celebración varía de región a región, de pueblo a pueblo, pero todos tienen un principio común: la familia se reúne para dar la bienvenida a las ánimas.
Se colocan altares y ofrendas, se visitan cementerios y se arreglan tumbas, se asiste a oficios religiosos, se comparte los alimentos que, tras levantar la ofrenda, han perdido su aroma y sabor, pues los difuntos se han llevado su esencia.
Los católicos honran a los muertos el 1 y 2 de noviembre; sin embargo, para quienes siguen las costumbres indígenas, la celebración comienza la última semana de octubre y finaliza los primeros días de noviembre.
Así, en algunas regiones los festejos comienzan el 25 o 28 de octubre, y finalizan, según las costumbres locales, el 2 o 3 de noviembre.
Cuenta la historia y la tradición que ha pasado de boca en boca entre generaciones, que las ánimas llegan en orden a las 12 horas de cada día, siendo el orden más generalizado el siguiente.
El 28 de octubre, se recibe a los que murieron a causa de una accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, los que tuvieron una muerte repentina y violenta; el 29 a los ahogados; el 30, a las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares que los recuerden, los huérfanos y los criminales.
El 31 de octubre, a los limbos, los que nunca nacieron o no recibieron el bautismo; el 1 de noviembre a los niños, también referidos como "angelitos" y el 2 de noviembre a los muertos adultos. Sin embargo, ello depende de cada región.
Con información de agencias
Imagen Cuartoscuro