La dirección de Pemex está embrujada y no hay forma de salir bien librado de la estancia por las oficinas de Marina Nacional. Es la gloria y el infierno.
Esto lo saben los que han tenido la suerte y la desgracia de encabezar a una de las empresas petroleras más importantes del mundo. Pero hay de historias a historias y quienes más alto pagaron el precio han sido Jorge Díaz Serrano (1976- 1981), Rogelio Montemayor (1999-2000) y para completar el trio, hay que sumar a Emilio Lozoya Austin (2012-2016).
A Díaz Serrano lo acusaron de fraude por la compra de dos barcos para trasportar combustible. Le quitaron el fuero de senador y terminó en prisión en el arranque del gobierno del presidente Miguel de la Madrid, lo que también fue leído como un golpe directo al grupo político de José López Portillo.
Una tarde de junio de 1983, en Los Pinos, De la Madrid y su antecesor hablaron del asunto durante una comida. Lo que inquietaba era la cantidad y la calidad de la información que Díaz Serrano tenía en su poder y que eventualmente podría utilizar al sentirse traicionado.
De la Madrid, en sus memorias (Cambio de Rumbo), sostiene que “¿Qué clase de presidente sería yo si con una simple amenaza me cruzara de brazos y dejara caer un proceso tan importante? Entonces sí que estaría en peligro el sistema”.
Díaz Serrano guardó silencio y permaneció tras las rejas en una suerte de ejemplo sobre los alcances que tendría el proyecto de renovación moral de la sociedad.
A Rogelio Montemayor le tocó sortear la tormenta del Pemexgate, la trama que se implementó para trasferir recursos del sindicato petrolero al PRI y así apoyar la campaña de Francisco Labastida Ochoa en el 2000.
Aquello terminó en un desastre doble: perdieron la elección y recibieron la multa, impuesta por el entonces Instituto Federal Electoral, más grande hasta ahora, mil millones de pesos.
Montemayor enfrentó cargos, por los que fue detenido en Houston, Texas y estuvo sujeto a un largo proceso judicial.
Emilio Lozoya Austin estaba en la mira de las autoridades desde el último tramo del gobierno de Enrique Peña Nieto quien, a diferencia de De la Madrid, optó por jugar a que el tiempo borrara el asunto. Una mala estrategia que le puede salir cara, porque una vez iniciada la cacería de su primer director de Pemex, es difícil establecer hasta dónde terminarán las cosas y otra vez estará, cortando el aire, la posibilidad de que se revelen historias comprometedoras.
Por ahora las acusaciones, que enfrenta Lozoya Austin, se centran en la adquisición de la empresa Agronitrogenados, que a decir de las autoridades causó un daño patrimonial a Pemex. Pero ya ronda, también, el caso Odebrecht.
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