El asesinato del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena Salazar, ocurrido en 1985, es una de las marcas más oscuras en las relaciones entre México y los Estados Unidos.
A Camarena lo mataron por órdenes
de los líderes del cártel de Guadalajara, Ernesto Fonseca y Rafael Caro Quintero.
Es curioso, o hasta inquietante, que el actual procurador de Estados Unidos, William Barr, tenga también una historia de desencuentros relacionadas con
aquella historia y en particular con el juicio de Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Luis Echeverría, y quien murió en una prisión de Estados Unidos.
Hace unas semanas, Ignacio Morales Lechuga,
quien fue titular de la PGR en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, recordó que el propio Barr, también procurador, pero entonces con George W. Bush, le pidió extraditar a dos funcionarios del más alto rango en la administración de Miguel de la Madrid: Juan Arévalo Gardoqui y Manuel Bartlett, secretarios de la Defensa y Gobernación, respectivamente.
Morales Lechuga se negó, e hizo bien, porque los
testigos con que contaba la DEA carecían de confiablidad. Uno de ellos, Héctor Cervantes, confesaría que recibió 500 mil dólares para señalar a funcionarios mexicanos durante el juicio.
Algo similar ocurrió con Antonio Gárate Bustamante, el segundo comandante de la Dirección de
Seguridad Pública de Jalisco y quien además colaboraba “asesorando” a Fonseca.
También René López Romero, torturador confeso
de Camarena y asesino de cuatro jóvenes testigos de Jehová, embarró a quien la DEA le pidió, y terminó obteniendo protección.
Con el tiempo se supo que dos agentes de la DEA,
Héctor Berréllez y Antonio Gárate, quienes planearon el secuestro del doctor Humberto Álvarez Macháin, contaron con apoyo de agentes policiales mexicanos y entre ellos el comandante de la PJF, Guillermo González Calderoni.
Álvarez Macháin había sido señalado como el encargado de mantener con vida al Kiki Camarena durante las sesiones de tortura a las que lo sometieron
antes de matarlo.
El gobierno mexicano solicitó la extradición de
Berréllez y Gárate, pero esto nunca prosperó, porque les permitieron hacer toda clase de fechorías con el pretexto de “descubrir” las redes del narcotráfico en nuestro país.
El procurador Barr siempre estuvo al tanto de los
entretelones del caso Camarena. Aquellos días están lejanos, pero Trump es un tipo impulsivo que puede utilizar una buena carga de propaganda si se trata de ganar electores y ensuciar a México.
Recordemos que la liberación de Caro Quintero no
se tomó nada bien y que inclusive se encuentra en la lista de los criminales más buscados y ofrecen una recompensa de 20 millones de dólares por su captura.
Esto es, para Estados Unidos, la muerte de Camarena
no es un asunto concluido y eso lo tiene muy claro Barr.
•Twitter: @jandradej