Arturo El Negro Durazo fue uno de los peores policías que ha tenido la Ciudad de México. Lo nombró el presidente José López Portillo, cuando el regente era el profesor Carlos Hank González.
Años turbios y de una corrupción que permeó a los uniformados, los que tenían que dar una cuota (entre) establecida para poder “trabajar” en la Dirección General de Policía y Tránsito, el antecedente de la Secretaría de Seguridad.
Entre 1976 y 1982, el general Durazo y otros jefes policiacos establecieron la Hermandad, una organización que desde la sombra controlaba los mercados ilegales y regulaba los delitos en toda la capital del país. Para los policías todo tenía un precio: las balas, las armas, las patrullas y los lugares de asignación.
José González González, quien trabajo en Policía y Tránsito, escribió un libro que describió esa pesadilla con puntualidad: Lo Negro del Negro Durazo. Aquella situación penetró en estructuras y, lo peor, en la propia cultura de los oficiales de seguridad. Una de las zonas de mayor descomposición era la Dirección para la Prevención y la Investigación de la Delincuencia (DIPD), que tuvo su mazmorras a un lado del puente que sirve de entrada el Centro Histórico.
Uno de los hechos más espeluznantes radicó en el homicidio por tortura de 12 colombianos en 1981.
A los cadáveres los arrojaron a las aguas putrefactas del Río Tula. Los responsables de estos hechos integraban el grupo Jaguar de la DIPD, que comandaba Francisco Sahagún Baca, subordinado de Durazo.
El móvil de la matanza, se sabría con posterioridad, tuvo que ver con el dinero producto de asaltos bancarios y a tiendas de ropa.
Para Durazo, la cumbre de su carrera y poder estuvo ligada a su jefe López Portillo y por ello su caída resultó espectacular con la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia de la República.
Múltiples indagatorias se abrieron por la actuación de las policías en esos años. Durazo huyó del país y fue detenido en Puerto Rico en 1984 y extraditado a México en 1986, por los delitos de acopio ilegal de armas y amenazas cumplidas.
Los cargos eran menores, pero es lo que se logró.
Durazo se hizo muy rico y construyó dos propiedades que se hicieron famosas por su extravagancia: El Partenón, ubicado en Ixtapa Zihuatanejo y una mansión en el Ajusco. En la primera se colocaron rejas de 11 metros de altura en la entrada, franqueadas por esculturas griegas y en la segunda se edificó, además de un hipódromo, la reproducción de la discoteca Studio 54 de Nueva York.
La propiedad en Guerrero, que resultó expropiada en 1989, se encuentra en litigio, y los familiares del general quieren recuperarla. El asunto ya se estudia en la Suprema Corte de Justicia.
•Twitter: @jandradej