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El PRI

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Columnas jueves 27 de junio de 2019 -

Hombres y mujeres se pelean la dirigencia del PRI y no porque sea un partido viable, sino porque representa un gran botín de guerra a pesar de la humillante derrota que vivieron los priistas en 2018. Yo nací en los estertores del milagro mexicano generado por el PRI (1969), pero poco me duró el gusto. Mi infancia transcurrió dentro de las crisis económicas provocadas por el PRI desde que a Echeverría se le ocurrió decir que la economía nacional se manejaba en Los Pinos —hoy se maneja en Palacio Nacional, lo cual tampoco es augurio de tiempos mejores—.

Esos años ochenta fueron épocas de crisis tan brutales que allá por 1987, gracias al gobierno priista de Miguel de la Madrid, tuvimos una inflación del 167 por ciento anual —esas sí eran crisis económicas queridos millennials—.

Ingresé a la UNAM en 1989, cuando el priista Salinas de Gortari comenzaba su sexenio, luego del fraude electoral perpetrado por el ahora santo laico de la 4T —Manuel Bartlett—. Salinas no tuvo empacho en desplazar al viejo PRI —el que privilegiaba la política sobre la economía, claro, a su corrupta manera— y nos llevó por el camino del maldito y ruin neoliberalismo que privilegió la economía sobre la política, claro, también a su corrupta manera.

Luego vino la debacle del país con el “error de diciembre” gracias al PRI, una vez más, en 1995. Esa crisis ya me tocó siendo profesionista y gracias a la corrupción del PRI, de Salinas y de sus secuaces, compré un departamento de 85 metros cuadrados a fines de 1994, pero terminé pagando el palacio de Buckingham edición Tlalpan en 2012 y además en UDIS.

Los priistas dejaron el poder haciendo berrinche en el año 2000, pero Acción Nacional y sus dos presidentes de infausta memoria, se encargaron de pavimentarles el camino de regreso y volvieron en 2012, nada más para ratificar que la esencia del PRI era la impunidad, la corrupción, el autoritarismo y la simulación. Estoy a punto de cumplir 50 años de edad y ya tengo preparada una camiseta que diga: “Yo he sobrevivido al PRI desde 1969”.

El PRI no ha pagado la deuda histórica que tiene con el país, Fox y Calderón no tocaron a los priistas ni con el pétalo de una rosa y al parecer, nuestro amado líder tampoco lo hará, no obstante que la lista de apellidos contempla casi todo el abecedario, lo cual se presta hasta como para hacer un directorio del autoritarismo y la corrupción: Borge, Duarte, Figueroa, Montiel, Peña Nieto, Salinas, Hank, Herrera, Beltrones, Duarte, Carrillo Olea, Madrazo, Moreira, Medina, Padrés, Vallejo, Del Mazo, Herrera, Murat, Ruiz, Deschamps, Urrutia.

Y la lista podría volverse infinita si incluyéramos a los priistas que en un acto de escapismo sin precedentes fueron rebautizados con las aguas de la 4T para refundar una nueva nación y cuyo pasado priista fue borrado de la faz de la tierra mexicana para ser redimidos por nuestro amado líder.

▶ Los defensores del PRI no perderán tiempo para decir que gracias al partido construyeron un país con paz social; lo modernizaron, lo alfabetizaron, crearon infraestructura y bla, bla, bla. Pero el saldo es negativo, construyeron una cultura de la corrupción y la impunidad que fue exhibida sin pudor ni descaro alguno durante el sexenio del hombre más feliz de México gracias a la 4T, nuestro ex, Peña Nieto.

Pero al PRI habría que sumarle décadas de violentar la democracia; de normalizar los fraudes electorales, de prostituir el sindicalismo con decenas de señores feudales; del dedazo, del tapado, de reprimir a ferrocarrileros, maestros, médicos, estudiantes, líderes campesinos, periodistas, de la guerra sucia, del 68, del 71, de Aguas Blancas, de Acteal de la creciente inseguridad, del endeudamiento atroz, de la pobreza extrema, entre muchos otros milagritos.

Por todo lo anterior, no deja de ser bizarro que los aspirantes a dirigir el PRI en 2019, hagan berrinche, se indignen y denuncien cargadas, fraudes, compra de votos, chicanas, línea y todo tipo de trampas cuando la suma de todo eso es la esencia del partido; está en su ADN, en su naturaleza, en su tradición y en su legado desde que nació en 1929 aunque en aquellos tiempos era conocido con el nombre de Partido Nacional Revolucionario.

El PRI nació, creció y se reprodujo —a través de otros partidos— de manera corrupta. Siguen gobernando a través de su partido y bajo otro nombre. Deberíamos dejarlo morir y que nunca más regrese. Así empezaría a cambiar México.


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/CR

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