El peso de la Secretaría de Hacienda (SHCP) es innegable y su influencia se extiende más allá de lo técnico. Responsable de cuadrar los dineros públicos para la operación del Gobierno así como del funcionamiento del sistema financiero, la SHCP también es una especie de “dique de contención” para templar los bríos gubernamentales y mantener, tanto los proyectos de las dependencias como a la Administración Pública en su conjunto, dentro de los límites de lo posible y financiable.
Asimismo, la SHCP es una especie de “segunda cancillería” al ser la referencia de México para los ministerios de finanzas de otros países, bancos centrales, organismos internacionales y, desde luego, los tiburones que nadan en las aguas de los mercados internacionales.
En el caso de la 4T, los criterios con los que se presentó el Presupuesto 2019 y el paso de Carlos Urzúa por las finanzas de la Ciudad de México dieron una señal a los mercados, que estaban muy nerviosos por el triunfo de AMLO, de que podían tener la confianza de que en el país habría responsabilidad financiera.
Desafortunadamente, en los meses que han seguido a la toma de protesta de AMLO, dicha confianza se ha desgastado por una serie de decisiones que, más allá de gustarnos o no, han carecido de criterios técnicos sólidos que las abalen. De hecho, hasta el pasado 9 de julio, uno de los pocos elementos de confianza en el país era el compromiso de Urzúa con el equilibrio fiscal del Gobierno.
La sorpresiva renuncia de Carlos Urzúa a la SHCP, por medio de una durísima y muy pública carta al Presidente, me hizo recordar momentos complicados de la historia de la política económica reciente del país.
El primero en 1973 cuando el entonces titular de Hacienda, Hugo Margáin, le renunció a Luis Echeverría Álvarez (ahí se acuñó la máxima echeverrista de que “la economía se maneja desde Los Pinos”) con lo que se acentuaron los rasgos populistas que acabarían con un largo periodo de estabilidad en la economía nacional y se inauguró, con funestas consecuencias para miles de empresas y millones de mexicanos, las crisis sexenales con la de 1976.
Algo similar sucedió cuando Carlos Tello y Julio Rodolfo Moctezuma, titulares entonces de las secretarías de Programación y Presupuesto y de Hacienda respectivamente, salieron del gabinete de José López Portillo antes de haber cumplido un año en sus cargos; o la salida de Jaime Serra Puche, quien llegaba a Hacienda con los blasones ganados por la exitosa negociación del TLCAN, y salió como consecuencia del “error de diciembre” y la crisis de 1994.
En todos los casos, la salida intempestiva del titular de la SHCP significó momentos muy complicados para el país.
Esperemos que la llegada de Arturo Herrera, oportuna por la velocidad con la que se dio y conjuró la ola especulativa que comenzaba a formarse, no signifique un mal indicio para la economía mexicana. Egresado de la UAM y con estudios en el COLMEX y NYU, tiene las credenciales y la experiencia necesaria; falta ver si tiene la fuerza y los respaldos necesarios para enfrentarse al ala dogmática de la 4T, poderles decir que no y mantener la conducción del país dentro de los límites, cada vez más estrechos, de los razonable.
Si llega sin esta fortaleza, negros nubarrones se acumulan sobre nosotros.
•Ex Secretario de Trabajo y Desarrollo Económico de
Puebla. Analista económico y de negocios @MichelChain
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