Luz al cuadrado. Si
tuviera que definir con una expresión el Primer Informe de Gobierno de nuestro Tlatoani, que por arte de la aritmética 4T se convirtió en ”Tercer”, sería esa: Luz al cuadrado. Primero, la luz del sol. El Valle del Anáhuac amaneció pleno de brillos, libre de nubes, como para festejar a su Primerísimo Líder. Y no había toldo en el patio del Palacio Nacional, así que la luz se multiplicó al rebotar en las cabezas de los invitados, que esperemos hayan tenido la precaución de hidratarse bien antes de lanzarse al Zócalo, porque corremos el riesgo de que todos los mandos altos del país —empresariales, militares, desde luego políticos— estén de baja mañana, por insolación. Claro que no hay que preocuparse por ello. Ya nos dijo la camarada Irma Eréndira Sandoval que nuestro Presidente Eterno es, él solito, el Estado, y hemos comentado aquí que nuestro Padre se da abasto para todo: llevar la política petrolera, la seguridad, Hacienda (para lo que no
hace falta estudiar), la promoción del beis y la de las garnachas, expresión sublime de la sabiduría popular. Vaya, que con Él tenemos más que suficiente.
Pero somos un país cristiano desde el 1 de diciembre, y los buenos cristianos le deseamos el bien al prójimo. No queremos que lxs invitadxs vayan a llegar a casa con calentura y vómitos.
Luz al cuadrado, decía. Claro. La otra luz es la que irradiaba nuestro Padre de Pueblos. Neta, no sé cómo los invitados aguantaban sin lentes oscuros. Aquí ya somos demócratas, pero me voy a permitir una imagen monárquica. Las voces maldiciente dijeron que nuestro Líder, sentado en esa sillita en mitad del estrado, antes de pasar al podio, parecía el niño regañado del salón o el primo rehabilitado que habla frente a su grupo de apoyo. No: esa parsimonia es natural. Yo más bien lo vi como un icono de grandeza monárquica: un rey sentado en un trono, mirando a sus hijxs con la bondad serena de un hombre infalible. El Rey Sol.
▶ Porque es infalible. No bueno... ¿Lo escucharon? Llegan carretadas de inversiones extranjeras, el petróleo corre por las calles, no hay inflación, los delincuentes se están parando, no hay quien huachicolee ni un galoncito de Magna, no hay atisbos de corrupción.
Y todo esto sin un solo centavo. Crecimiento cero, en efecto. Pero no hace falta dinero cuando se es bueno: los panes se materializan, las medicinas... Bueno, dejemos esto para otra ocasión. Sobre todo, somos más éticos. Yo digo que ya somos Pueblo Bueno Bueno Bueno.
Esto pasa cuando un país tiene un liderazgo firme. Tal vez sea momento de plantear una presidencia extendida, onda Baja California, o de plano vitalicia para ahorrar lana de las elecciones y sobre todo para acabar de instituir la Utopía (perdone que abusemos de su condición de atleta keniano, oh, Gran Benefactor, pero pues es que el Pueblo Bueno Bueno Bueno lo necesita).
Cuando el tiempo cruel nos impida seguir gozando de su magnificencia, podemos pensar en una línea sucesora familiar. La 4T: democracia popular monárquica. Dejo aquí la propuesta.
Por si lo olvidaron, compañerxs de ruta, camaradas, el Rey Sol es el que dicen que dijo lo de “El Estado soy yo”.