El debate entre candidatos a gobernador de Puebla fue una decepción y una señal muy desalentadora del estado actual de la clase política mexicana. Poco se esperaba de Barbosa, a quien numerosos simpatizantes de Morena señalan por una trayectoria cuestionable. El candidato de Morena no se distingue ni por sus dotes de polemista, ni por habilidades retóricas. Del otro lado estaba el doctor Enrique Cárdenas, quien, dado su perfil, supuestamente iba a llevarse la noche.
Ya se sabe que, con muy honrosas excepciones, los académicos hacen buenos funcionarios, pero muy malos candidatos. Para un ejemplo internacional, recuérdese el libro Fuego y cenizas, de Michael Ignatieff.
Ignatieff pasó de profesor-investigador en Harvard a líder del partido liberal canadiense, al cual condujo a su peor derrota electoral en décadas.
En México no hace falta sino voltear al ejemplo de la elección del año pasado para percatarse del nulo carisma, las limitadísimas habilidades políticas y la reducida empatía y sensibilidad social del candidato José Antonio Meade, doctor por la Universidad de Yale. Hombre bien intencionado, Meade condujo al PRI a la más devastadora derrota de su historia y muy cerca del precipicio de la extinción. Son temperamentos distintos el de un académico consagrado al estudio y el del político capaz de conectar emocionalmente con públicos masivos.
No obstante, aunque se sabía que Cárdenas no iba a ganar la elección, era de esperarse que su intervención en el debate deslumbrara al público. No fue así.
No tuvo claridad expositiva, ni diagnóstico preciso.
Tampoco destacó por la coherencia de sus propuestas. La mitad del tiempo se la pasó presumiendo sus méritos académicos (a falta de merecimientos políticos), y la otra mitad defendiéndose de un Barbosa que lo acorraló con una frase proferida hasta el cansancio “estás derrotado, no hiciste campaña.” Cárdenas perdió los estribos en varias ocasiones, visiblemente desesperado ante los ataques de Barbosa, a quien desprecia y considera su inferior intelectual, pero quien le lleva una cómoda ventaja electoral. Cual expositor escolar, Cárdenas se la pasó agachándose a buscar cartulinas (¿cuándo aprenderán los políticos mexicanos que eso no impresiona a nadie?). Cárdenas revelaba nerviosismo en la constante descomposición de su lenguaje corporal y su hábito de agitar los hombros con violencia.
“Para gobernar a otros, hay que empezar por gobernarse uno mismo” escribió Montaigne. Asombrosamente, el candidato más equilibrado y sereno fue el del PRI, quien tiene una posibilidad de victoria cercana a cero. Sus intervenciones parecían intermedios aburridísimos en el desgastante pleito majaderoentre Barbosa y Cárdenas. Si usted no vio el debate poblano, no lo vea. Se va a desanimar sobre el futuro de Puebla, del partido gobernante y de la oposición.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel