Desde que irrumpió en la vida pública venezolana, en febrero de 1992, Francisco Arias Cárdenas si por algo se ha caracterizado es por estar -casi siempre- en el lugar equivocado de la historia.
▶ Aquel 4 de febrero de
1992, en el que un grupo de comandantes de tropa pusieron el rostro al descubierto, en lo que terminó siendo un fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, Arias Cárdenas fue el que cumplió con su parte.
Había logrado controlar al estratégico estado Zulia.
El foco de la historia, sin embargo, estaba en Hugo Chávez. Quien sin
disparar un tiro se rindió y saltó a la palestra pública con su rendición televisada. Habían fracasado “por ahora”. Arias Cárdenas era el oficial de mayor rango que se había sublevado, pero Chávez fue el que a la postre encabezó públicamente todo aquello.
▶ Dos años después la
llegada de un nuevo jefe de Estado, Rafael Caldera, colocó de nuevo a Arias Cárdenas en el lugar equivocado. Caldera le concedió la libertad a los golpistas, en aras de lograr lo que él entendía como una nueva pacificación de Venezuela. A partir de ese 1994, Chávez se dedicó a recorrer al país varias veces, en una extensa, emotiva y primaria campaña cara a cara que terminó llevándole a la presidencia en las elecciones de diciembre de 1998.
Chávez no pocas veces le echó
en cara a Arias Cárdenas, Pancho como le llaman sus amigos y familiares, que éste escogió un camino diferente. Efectivamente apenas recuperar la libertad, Arias Cárdenas decidió saltar a la administración pública y fue designado al frente del Programa Alimentario Materno Infantil (Pami), uno de los tantos programas sociales de la época.
Arias Cárdenas, para muchos un
caballo de troya, terminó siendo el candidato presidencial de una desorientada oposición a Chávez, en las primeras elecciones de la era chavista. Era el año 2000.
No sólo perdió la elección, tal
vez lo más importante es que se le pasó a considerar una figura de no fiar en el imaginario chavista. Años después se reconcilió públicamente con Chávez, y entonces se desconfió de él entre los adversarios al régimen que ahora encabeza Nicolás Maduro.
También se equivocó Arias Cárdenas en la etapa final de Chávez
en el poder. Fue electo, nuevamente, como gobernador del estado Zulia, un cargo que había ostentado en los años finales del siglo XX.
Cuando ya era evidente que
Chávez no estaría en capacidad de completar el período presidencial 2012-2019, como muchos de los delfines del comandante se preparó para una eventual transición. Y se lo tomó en serio. En Maracaibo tuvo en una época una suerte de gabinete a la sombra, asesorándose con especialistas de diversas áreas en caso de que llegase la hora de ser presidente.
Esa hora pasó para Arias Cárdenas. El elegido por Chávez fue
Maduro. Ni siquiera le mencionó Chávez en su último mensaje público, convertido en una suerte de testamento político del líder populista.
Y ahora de nuevo Francisco
Arias Cárdenas termina en el lugar equivocado. Aceptó él, y aceptó el gobierno de México de AMLO, su espuria designación como embajador de Venezuela por parte del régimen de Maduro.
La constitución que Chávez
hizo aprobar en 1999, es muy clara en indicar que solamente la Asamblea Nacional, el parlamento venezolano, puede ratificar las decisiones del poder ejecutivo al nombrar embajadores en el extranjero. Tal cosa no ocurrió con Arias Cárdenas.
El embajador en México, como
Maduro, es sencillamente ilegitimo.
• Periodista e investigador de la
Universidad Católica Andrés Bello, en
Caracas.@infocracia