La relación del intelectual con el poder ha sido objeto de múltiples lecturas e interpretaciones. Y los ejemplos sobran. Desde Jean-Paul Sartre postrado ante los regímenes comunistas, incluido el cubano, hasta un Michel Foucault asumiendo que el intelectual es en realidad el antipoder.
▶ O el italiano Norberto Bobbio repasando el tema para asegurar que, en realidad, el escritor es parte del poder en la medida en que su escritura sucede dentro de un sistema en el que todo termina impregnado por el poder, o la lucha por el poder.
En tierras latinoamericanas, tal vez el hito lo marcó la Revolución Cubana.
Cuba, a partir de 1959, pasó a ser un tema sobre el cual casi ningún escritor latinoamericano dejó de pronunciarse.
En menor medida las revoluciones Sandinista (Nicaragua, 1979) o Bolivariana (Venezuela, 1999) también despertaron el posicionamiento público de los intelectuales de la región.
El tema tiene vigencia nuevamente con un hecho que pasó bastante desapercibido. El escritor cubano Leonardo Padura, autor de la excelente y premiada novela “El hombre que amaba a los perros”, estuvo en la ciudad de brasileña de Curitiba para saludar y manifestar su solidaridad con Lula da Silva, el expresidente de ese país ahora en prisión.
Que Lula esté tras las rejas no le resta méritos a su condición de hombre de poder. Estuvo en el poder directamente por 8 años (2003-2011) y otros 5 años siendo el poder detrás del trono en el gobierno de su delfín, Dilma Rousseff. Antes de 2003, por dos décadas buscó el poder.
Padura fue a Curitiba, según dijo, para saludar a su amigo Lula. No es un amigo cualquiera. No sabemos si Lula, como pregona Padura, es inocente.
Aún en el caso de que no sea condenado en firme por varios procesos de corrupción, Lula tendrá sobre sus hombros la no menos importante responsabilidad de haber mirado para otro lado mientras que en su país, cuando él gobernaba, sucedían diversos festines de corrupción que a la postre terminaron envolviendo a toda la clase política brasileña, incluido su Partido de los Trabajadores (PT).
Padura, el más internacional de los autores cubanos que sigue escribiendo y viviendo en Cuba, en general tenía por norma personal no hablar de política.
Eso hasta lo aclaró en público. No viajó a Venezuela, pese a invitaciones que le hicieron organizadores de una feria del libro, porque en Caracas le resultaría inevitable hablar de política.
Ese mismo Padura no sólo visitó a Lula en la cárcel, sino que megáfono en mano estuvo con unas dos decenas de partidarios del expresidente diciendo que éste era inocente.
Si Padura tuviese un amigo preso en Cuba, por ejemplo, no podría hacer lo que hizo en Curitiba. Pedir por la libertad de un preso político en la isla te convierte potencialmente en un preso político también. Y eso es, sin duda, una manera de cómo se relaciona un escritor con el poder.
Periodista e investigador de la
Universidad Católica Andrés Bello, en
Caracas.@infocracia