El país está bajo fuego, literal. En las últimas semanas se han desatado más de 200 incendios forestales, afectando a 22 entidades.
El combate se está dificultando porque con la idea de la austeridad, en el gobierno federal decidieron recortar los recursos a la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y ya no alcanzó para contratar a quienes trabajan, de manera temporal, para abrir brechas cortafuego.
Sí, no les pareció importante dispersar recursos en una mano de obra no sujeta a afanes corporativos, porque trabajan por periodos de tiempo cortos y no hay como afiliarlos y empadronarlos.
Es grave por las consecuencias que ya se pueden observar, van a significar un gasto mayor del que pretendieron ahorrar. A la Conafor le quitaron 253 millones de presupuesto.
Es triste, ya que muestra como las decisiones tomadas al vapor, cuando afectan políticas públicas, pueden conducirnos a callejones sin salida o, peor aún, a trampas de humo.
A la hora de hacer los presupuestos y de tener que trasladar recursos para los programas “prioritarios”, nadie se fijó en esa pequeña pieza del engranaje y ahora las consecuencias se pueden apreciar, inclusive, por las imágenes captadas por el satélite de la NASA.
El fuego en los bosques, los incendios que se vuelven incontrolables, en su mayoría son provocado por labores agrícolas o urbanas y en una menor medida por condiciones naturales. Esto es, se pueden prevenir, si se avanza en suspender las quemas de los campos de cultivo porque, además de peligrosas, son inservibles.
También se debe hacer algo con la construcción en áreas boscosas, reduciendo el daño y aumentando las medidas preventivas de seguridad.
Donde ya se padecen los daños es en la Ciudad de México, envuelta en una crisis ambiental de un rango del que no tenemos memoria, y por partículas ( PM2.5) que son muy peligrosas para la salud. A diferencia de hace dos años, ahora el tema no es el ozono.
El humo y la bruma, han envuelto a la ciudad en una capa tóxica y entraña, como novela de misterio.
Una nata que terminará contándose en consultorios médicos y hospitales, con aumentos en las enfermedades respiratorias.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis ya estableció medidas extraordinarias, pero no se cuenta con un protocolo para el tipo de situaciones que estamos enfrentando.
Funcionarios y expertos ya trabajan en establecer lineamientos que ayuden a atenuar y a dar cauce a situaciones tan complicadas y riesgosas.
Aquí debe servir la memoria acumulada y los programas ambientales que a lo largo del tiempo han ido dando resultados y que han sacado a la capital del país del listado de las ciudades más contaminadas del planeta y ojalá que así continúe, aunque la bruma por ahora nos agobie.
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