Cuando surge la noticia sobre algún futbolista mexicano que emprenderá su carrera en Europa, no podemos evitar pensar en el hombre que abrió las puertas, no solo de España, sino del mundo entero, sí, hablo del “indio” que convirtió los insultos en aplausos y ovaciones, Hugo Sánchez Márquez.
Con auténticos golazos, dejó para la historia verdaderas estampas futboleras que solo en los años 70 y 80 se podían soñar, él con la disciplina y perseverancia como fórmula del éxito, logró lo que en ese entonces parecía imposible, que un mexicano fuera amado por las multitudes y aclamado en los míticos estadios del imponente balompié europeo.
Sánchez Márquez, nació en la ciudad de México allá por el año de 1958, fue estudiante en la Facultad de Odontología de la UNAM, en donde por los años de 1975, se tituló como dentista. Con preparación académica y su hermana en clases de gimnasia, Hugo tomaba algunas lecciones en las que desarrollaba su elasticidad y el gran resorte con el que quedó fotografiado en las pinturas futboleras antes mencionadas.
A la par que estudiaba, brillaba con la Selección Mexicana Sub 20, su calidad futbolística le hizo que lo conocieran como el niño de oro y fue entonces que en 1976 debutó con el equipo de primera división de los Pumas y a pesar de que su primer gol llegó meses después ante el América en el Estadio Azteca, nadie sabía la historia que a partir de ese momento comenzaría.
Se convirtió en el máximo símbolo de los universitarios, como culto a su silueta y anotaciones, el cabello largo le daba un toque original y claro, apegado a la época. Esa calidad hizo que desde Europa voltearan a verlo y después de dos títulos de liga con los auriazules y un campeonato de goleo, partió a España para cruzar la puerta del Atlético de Madrid.
Llegar al club colchonero no fue nada fácil, pues su afición no lo quería, lo insultaban, lo humillaban, simplemente por ver a un mexicano en la tierra sagrada del balompié de los altos y rubios; un morenito, bajito y desconocido, resaltaba… pero Hugo no bajó los brazos. Declaró en algunas entrevistas que se quedaba tiempo extra después de los entrenamientos para perfeccionar su técnica y esos saltos que después recibieron el mote de Huguiña.
Con ese entusiasmo, perteneció al club de 1981 a 1985 y disputó 111 partidos en los que hizo 54 goles, con lo que pudo cambiar los gritos de “indio, indio”, por los pañuelos blancos, que en aquel tiempo, significaban admiración total en el futbol ibérico.
Fue así que una de las fortalezas del pionero azteca en el balompié europeo, fue su mentalidad, sólida y ambiciosa, que con paciencia logró lo que se propuso. Sí, el resto es historia, pentapichichi en España, cuatro de ellos con el Real Madrid con el que lo ganó casi todo y en el que dejó récords que solo Cristiano Ronaldo pudo superar.
•Coordinador de Deportes de ContraRéplica
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