Columnas
En contraste con la proliferación global del arte contemporáneo, hoy existen mayores adversidades para poder vivir del arte. Por un lado, el mercado es selectivo y excluyente. Por otro, la sobreoferta artística no cuenta con muchos ámbitos de distribución para ser consumida por públicos de diversa índole.
El coleccionismo es una práctica escasa y de las altas esferas. Aunado a ello, la tendencia del arte que se consume cambia con rapidez influida por lo que se valora internacionalmente, eso deja atrás a quienes no se adaptan o responden a dicha dinámica.
¿Cuál es el futuro de los jóvenes artistas que no logran insertarse en los circuitos del mercado del arte y tampoco logran el reconocimiento ni la promoción de las instituciones culturales? La generación de artistas nacidos a partir de los años 90 se enfrenta a un florecimiento de la escena artística marcada por una clara presencia empresarial, dirigida a expandir la cultura como recurso económico y de desarrollo, pero eso no ha significado mejores condiciones laborales ni expectativas para poder vivir del arte. Con mayor profesionalización, hoy los jóvenes tienen mayor capacidad para interactuar con las nuevas tecnologías y los recursos de la globalización. Sin embargo, una gran parte se sitúa dentro de la vulnerabilidad y la precarización laboral. No significa que no logren vivir de poner en práctica lo que saben, pero aquella promesa de éxito, dinero, fama y seguridad social, cada vez se mira más inalcanzable.
Los artistas también son trendsetters, emprendedores culturales o trabajadores precarios, como lo señala la investigación de Carla Pinochet. Desde la escuela ya se vinculan a trabajos que no siempre forman parte de su profesión. La mayoría consigue becas o subvenciones para ciertos proyectos, viajan, realizan talleres o clases esporádicas, pero sin la seguridad de ingresos fijos. Otros se emplean como asistentes, hacen trabajos por encargo, se dividen entre diversos oficios para solventar su economía y sólo unos pocos llegan a tener éxito en el mercado del arte. En general viven al día, administrando ahorros de becas, o trabajando en algo distinto.
Aunque no sólo del arte viven los artistas: también ponen en juego su capacidad de actuar estratégicamente. A pesar de tener escasa inserción en un mundo del arte, al que se accede por criterios de poder, también desarrollan sus propias estrategias para vivir en relación a la esfera cultural. La autogestión de proyectos culturales y de emprendimiento empresarial, el combinar distintos oficios y roles de trabajo, es decir, el aprender a ser flexible, y la construcción de redes cooperativas, comunidades y circuitos de sociabilidad donde hay intereses colectivos, son algunas de las alternativas que los jóvenes construyen para resistirse a la idea de hacer lo que uno ama en la época de la precarización de la cultura.