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El palacio, el palacio

El palacio, el palacio

Columnas jueves 04 de julio de 2019 -

Dicen que desde hace algunas semanas a nuestro amado líder se le oye cantar: “El palacio, el palacio, del rey número non/ se engalana, se engalana, con esta alegre canción…”; sí, aquella melodía titulada La risa de las vocales que alcanzó fama en la voz de la pequeña Katy, dentro del Primer Festival Juguemos a Cantar, en 1982, certamen que seguramente muchos recordamos porque nuestro campeón sin corona fue Juanito Farías que nos hizo llorar con su tristísima canción Caballo de palo.

Y es que no es para menos, nuestro amado líder está muy contento porque al igual que su héroe patrio favorito, Benito Juárez, en unos días más habitará el palacio Nacional, que para empezar no es del rey número non, de 1562 a 1821 fue Palacio Real y consumada la independencia fue conocido como Palacio Nacional.

¿Pero cómo es que nuestro amado líder se las ingenió para vivir en Palacio? Nuestro presidente renunció a seguir con la tradición iniciada por Lázaro Cárdenas —otra de las figuras señeras de la 4T— que en 1934 decidió dejar de utilizar el Castillo de Chapultepec como residencia oficial de los presidentes y lo entregó al pueblo gracias a lo cual terminó convertido en el Museo Nacional de Historia que es una de las joyas de la corona de nuestra monarquía republicana o de nuestra república monárquica.

Como el presidente Cárdenas no podía quedarse sin casa, ordenó la compra del rancho La Hormiga y ahí construyó la residencia oficial de Los Pinos y como en toda historia que se respete no puede faltar el amor, se dice que el nombre se debe a que así se llamaba la huerta donde Cárdenas se le declaró al amor de su vida, doña Amalia Solórzano.

De Lázaro Cárdenas (1934-1940) a Enrique Peña Nieto (2012-2018), 14 presidentes vivieron en Los Pinos y cada uno le imprimió su toque personal en la decoración y en su manera de vivir.

Me parece un despropósito que nuestro amado líder se haya desecho de Los Pinos.

La austeridad no dependía de la extensión de la propiedad o de sus construcciones, sino del modo de vida del presidente en turno.

La residencia oficial era segura, cómoda, práctica y perfecta para despachar. Ahora el gobierno, cuya bandera es la austeridad, gastará en crear un nuevo centro cultural para los habitantes de la Ciudad de México —como si hiciera falta uno más— y gastará en acondicionar el Palacio Nacional para que el presidente y su familia puedan vivir cómodamente.

Por otra parte, según la lógica, el sentido común y la historia en los palacios viven los monarcas, pero no los presidentes de una república, salvo en México. Sin duda, Palacio Nacional es el centro de gravedad de la historia del poder, pero en su lado oscuro, no del poder ciudadano.

Su espacio fue ocupado desde principios del siglo XVI por el palacio de Moctezuma; luego fue propiedad de Hernán Cortés cuyos descendientes lo vendieron a la Real Audiencia en 1562 y a partir de entonces fue la residencia de los 63 virreyes, luego vinieron los presidentes a la mexicana con todos sus vicios.


El Palacio Nacional no es precisamente el símbolo de la democracia, su historia es la historia del poder autoritario, ejercido de manera vertical a través del Tlatoani, el virrey o el presidente y más recientemente en sus muros se reflejan los cuatro pilares del sistema político que no termina de desaparecer: autoritarismo, corrupción, impunidad y simulación.

Mucha gente cree que antes de la construcción de Los Pinos los presidentes vivían en Palacio Nacional, pero no es así, en la historia de los presidentes de México, que entre 1824 y 2018 alcanzan casi el centenar, solo tres lo habitaron: Benito Juárez, de 1871 a 1872; Porfirio Díaz, de 1876 a 1880, y su compadre, Manuel González, de 1880 a 1884. Fuera de ellos, los demás optaron por sus domicilios particulares, algunos por el Castillo de Chapultepec, sobre todo, después de que Porfirio lo dejó reluciente y desde 1934, Los Pinos.

Nuestro amado líder será el cuarto presidente que vivirá en Palacio Nacional, ¿ahora entienden porque se le ha escuchado alegremente cantar, “el palacio, el palacio, del rey número non…?


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