El discurso del odio no es algo nuevo en la historia de la humanidad. Estuvo presente en la expulsión de los judíos de Egipto, en la persecución de cristianos en la Roma antigua y en la cacería de herejes en el medioevo. Y aunque parece que fue hace muy poco, ya van a ser 100 años desde que Hitler escribiera su nauseabunda obra: Mi Lucha. Con esto, no puedo más que constatar que la ceguera e ignorancia de los pueblos, sin importar tiempo y lugar, es fácilmente aprovechada por liderazgos perversos y manipuladores.
Pero estos guías del desastre no surgen por generación espontánea, ni sus malignas ideas les vienen de lanada. Son producto de resentimientos sociales añejos; cuyos orígenes se pierden con los siglos. Y para brillar entre su gente, estos líderes saben tocar fibras sensibles que despiertan temores y prejuicios en amplios grupos poblacionales.
Además, saben perfectamente que siempre es mucho más fácil destruir que construir; y más sencillo aún el echarle la culpa a otros de los problemas. Por eso a Donald Trump le resultó sencillo hacer que sus palabras, llenas de insidia y mentira, calaran hondo. Sobre todo cuando en la sociedad norteamericana el conflicto racial ni de lejos quedó zanjado con “el triunfo” de la lucha por los derechos civiles.
▶ Desde luego que es muy loable lo que nuestros vecinos avanzaron en la materia; tanto así que Barak Obama llegó a la presidencia. Sin embargo, ni lo plasmado en sus leyes ni los esfuerzos educativos, ha sido suficiente para conquistar y transformar el sentimiento racista que alberga en los corazones de millones de estadounidenses.
Cualquiera que haya vivido por allá puede palpar que el tema de la raza está presente en todos lados. E pluribus unum es un bello ideal, pero que desaparece al llegar a la calle 15 NW en Washington D.C. Ahí, donde empiezan los barrios negros; o bien en los grupos que se forman en cualquier preparatoria pública a lo largo y ancho de su territorio.
El racismo soterrado, que se notaba en el actuar de algunas policías o en ciertos lugares en particular; salió descaradamente a luz con el impulso decidido del magnate convertido en falso profeta. Pero Trump no es ningún tonto, y fue muy cuidadoso en no descargar su maldad sobre la comunidad negra (yo no le digo afroamericana porque Marthin Luther King y Malcolm X decían que “Black is Beautiful” y con eso me quedo). Pero pegarle a los mexicanos y a los latinoamericanos en general le fue muy redituable; tanto así que ganó la Casa Blanca.
Miles de veces ha repetido que somos una invasión, que somos violadores y asesinos. Con la ideología racista circulando por doquier y un cacahuate por cerebro, basta y sobra para que un desquiciado vaya a un Walmart, compre un R15 y se ponga a matar mexicanos indiscriminadamente.
El incendiario discurso del odio se propaga fácilmente en las secas llanuras de la ignorancia. Y tenemos que entender que nuestro país también es vulnerable a esa llamarada. Por el bien de todos, ojalá que pronto llegue la sensibilidad, la prudencia y la sabiduría a la narrativa gubernamental.
•Internacionalista, político, empresario
y escritor: @RudyCoen
El paso atrás